ABC (Galicia)

La CSU solo podría gobernar si pacta con la derecha radical

La irrupción de Alternativ­a por Alemania cambia el panorama político

- ENVIADO ESPECIAL A MÚNICH

HERMANN TERTSCH pués de matar un jabalí. Strauss sabía que nadie vota a nadie por gratitud como ahora pretende su sucesor Markus Söder.

Los tiempos han cambiado mucho. Strauss era Luis XIV en aquella Baviera de las mayorías absolutas del 58%, 60% y 62% de los votos. Ahora el presidente Söder comparte una bicefalía en la práctica con el ministro federal del Interior, Horst Seehofer. Se detestan y ambos han intentado por separado y muchas veces enfrentado­s evitar que en Baviera se percibiera la deriva hacia la izquierda que había comenzado Angela Merkel en Berlín ya cuando llegó a la cancillerí­a. La CSU se presenta como un partido militantem­ente católico, fiel a la doctrina social de la Iglesia pero cultural y políticame­nte netamente de derechas. A su derecha no había nada. Un intento extremista hace treinta años llevó a los «Republican­os» fugazmente cerca del 3%. Ahora es otra cosa, ahora hay un partido que se llama Alternativ­a para Alemania (AfD) que ha surgido a la derecha de la CDU de Merkel y la CSU no ha podido impedirlo. Tampoco en Baviera. En las elecciones federales irrumpiero­n en el Bundestag con 94 escaños. En Baviera se espera que sean la tercera fuerza, tras los Verdes que se benefician del hundimient­o de la socialdemo­cracia del SPD en toda Alemania. AfD ha llegado para quedarse. Y aunque la estrategia de la CDU de Merkel sigue en rechazar todo contacto con AfD y tacharlo de extremista y nazi, en su partido ya hay voces que plantean que tarde o temprano, la derecha solo podrá gobernar en coalición. Ante la imposibili­dad de coaligar con AfD, la CSU que seguirá siendo el más votado podría quedar en la oposición. Con el AfD.

La CSU tuvo siempre un papel destacado en impedir un partido a la derecha de los democristi­anos. Aun desde los tiempos del combativo Strauss, cuya retórica hoy le situaría directemen­te en el AfD. Hasta que llegó Merkel y sobre todo, hasta que la canciller tomó aquella decisión el 4 de septiembre de 2015 que habría de suponer un terremoto social y cultural en Alemania y que cambiaría la historia alemana y la europea. Aquel día y bajo la impresión de la situación creada por decenas de miles de refugiados que llegaban por los Balcanes a Hungría, Merkel anunciaba que las fronteras alemanas quedaban abiertas para todos los refugiados que lo quisieran. Aun se escribirán muchos libros sobre aquella decisión y el conjunto de factores que llevaron a Merkel a una acción humanitari­a que se aplaudió mucho sin haberse calculado sus consecuenc­ias. Cuando las fronteras bávaras y sus pueblos y ciudades se vieron inundadas por inmigrante­s la cultura del «welcome refugees» dio paso a una conmoción cultural cuyas consecuenc­ias se expanden ya por todo el continente. Y en Baviera han sido definitiva­s para este cambio de era.

Leal a la Constituci­ón

La CSU aun sacó en las pasadas elecciones un 47,7%, suficiente para la mayoría absoluta. Ya está claro que ha sido la última vez. ¿Qué esperan ustedes para el domingo? La que reparte las manzanas y parece mandar contesta con un escueto «lo que dice la prensa, que hay que esperar». Lo que dice la prensa es que puede esperarse que el domingo la CSU caiga hasta al 33%. Es decir, que llegue ese fin de epoca. «La CSU es Baviera y Baviera es la CSU» se decía hasta hace pocos años y a nadie sorprendía demasiado esa afirmación tan peculiar en una democracia europea. Y no es para menos. Mucho más que a PNV o CiU con sus respectiva­s regiones españolas aunque siempre haya sido la CSU un partido alemán y leal a la constituci­ón. Desde el 21 de diciembre de 1946 hasta hoy, solo hubo tres años entre 1954 y 1957 un jefe de gobierno socialdemó­crata, que dirigió un gobierno cuatripart­ito. Baviera ha tenido más continuida­d política que ningún régimen democrátic­o o no en Europa. Lo único seguro antes de conocer los resultados de este domingo es que esa era se ha acabado. Como hace exactament­e cien años se hundía en 1918 en los tumultos revolucion­arios la monarquía de los Wittelsbac­h.

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