LA ILUSIÓN DE LOS PRESUPUESTOS
La única forma de interpretar el acuerdo alcanzado la semana pasada entre el Gobierno y Podemos es en clave electoral. Desde el punto de vista económico no hay por dónde cogerlo. Resulta tal disparate que solo puede entenderse como parte de la estrategia electoral del partido en el Gobierno. Hacen suyas todas las propuestas de Podemos, en un abrazo del oso un tanto zafio con el fin último de convertirse en el voto útil de la izquierda. El partido morado, por su parte, recupera el protagonismo perdido en los últimos tiempos y lo fía todo a la capacidad de su carismático líder para capitalizar el brusco giro a la izquierda del Gobierno y presentarse ante la opinión pública como los responsables últimos. Y a los demás –PP y Cs– les deja el camino expedito para cebarse en el discurso económico del miedo.
La probabilidad de que estos Presupuestos salgan adelante es mínima. Puigdemont maneja agenda propia y su único objetivo es tratar de convocar elecciones en Cataluña lo más pronto posible, haciéndolo coincidir con la sentencia del Supremo. Aprobar unos Presupuestos en esas circunstancias sería incoherente hasta para ellos.
Así las cosas, el señor Sánchez y sus Mavericks de la comunicación tienen el relato prácticamente hecho: no han sido capaces de aprobar los Presupuestos más sociales de la historia porque no han cedido al chantaje independentista y ahora toca convocar elecciones –si también les conviene por la coyuntura política– para tener apoyo suficiente para sacarlos adelante. Ni tan mal.
El principal problema de este planteamiento es que al Gobierno socialista se le han visto las costuras: haber abrazado con tal ilusión los planteamientos podemitas ha provocado una ola de preocupación por lo económico, que se puede volver en su contra en la inminente cita electoral. Están aún recientes los estragos del último Gobierno socialista, resultado del planteamiento infantiloide del resucitado Zapatero. No hubo salida social a la crisis y sí sufrimos la peor recesión de nuestra historia. Así, la estrategia de Sánchez hará aguas por la misma razón por la que los populismos han tenido tan poco arraigo en España.