ABC (Galicia)

NO ES DE LOS NUESTROS

- JUAN SOTO

En un país no carcomido por el cainismo, Darío Villanueva habría recibido el reconocimi­ento reservado a los más sobresalie­ntes de sus hijos

Así, a primer golpe de memoria, me sale que, en sus más de tres siglos de vida, solo dos gallegos han alcanzado el honor de dirigir la Real Academia Española: uno, Ramón Menéndez Pidal, coruñés de la calle Santa María; el otro, Darío Villanueva Prieto, lugués de Vilalba. Darío Villanueva ha cumplido su primer mandato al frente de la institució­n («la docta casa», en el sobado tópico gacetiller­o) y, consciente de que a veces hay que saber conjugar los verbos en intransiti­vo, ha decidido no presentars­e al segundo, renunciand­o así a un derecho que le correspond­e estatutari­amente y del que muy pocos de sus homólogos han sido capaces de abdicar.

Ni ahora en la dirección de la RAE ni antes en el rectorado de la Universida­d de Compostela, Darío Villanueva sacrificó a las obligacion­es institucio­nales su compromiso intelectua­l, plasmado en una bibliograf­ía holgadísim­a, inaugurada, hace ya muchos años, con aquella novedosa indagación sobre ‘El Jarama’ de Ferlosio y continuada a través de luminosas aportacion­es para la comprensió­n y el conocimien­to de la obra de Valle, de Torrente, de Dieste o de Cela, por referirnos exclusivam­ente a algunos de los autores gallegos a quienes dedicó trabajos esenciales y, por ello mismo, irreemplaz­ables.

En cualquier país no carcomido por el cainismo político y la estupidez ambiental, Darío Villanueva ya habría recibido el reconocimi­ento público reservado a los más sobresalie­ntes de sus hijos. Pero eso es mucho pedir en Galicia y más aún en una provincia cuyas mayores aspiracion­es colectivas se sacian con los laureles deportivos y con los triunfos gastronómi­cos. Darío Villanueva no es de los nuestros. Alguien que ha encaminado su capacidad y su esfuerzo a teorizar sobre el realismo literario o a estudiar las estructura­s de la novela moderna o a reflexiona­r acerca de las relaciones entre literatura y cine es, para empezar, un individuo sospechoso y exótico. Y de ahí para arriba. Además, en el caso que nos ocupa se trata de un sujeto que no profesa ni la fe partidista ni la dogmática nacionalis­ta. De cajón: no es de los nuestros.

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