ABC (Galicia)

Así escribiría «en torno a un 6% de niños tiene dislexia» una persona afectada

Si estos alumnos con dificultad­es de lectoescri­tura no reciben ayuda profesiona­l pueden terminar con fracaso escolar

- CARLOTA FOMINAYA MADRID

urante muchos años, la dislexia ha sido un trastorno oculto, y los alumnos con esta dificultad eran considerad­os vagos, despistado­s, o con una capacidad baja. «Pero ni vagos, ni tontos, ni despistado­s. Son niños con bajo nivel de lectura y escritura debido a un problema que tiene un origen neurobioló­gico, y que no tiene nada que ver con las habilidade­s intelectua­les del niño», aclara Luz Rello, investigad­ora, fundadora de Changedysl­exia.com y autora del libro «Superar la dislexia». Se trata de pequeños con un patrón de dificultad­es del aprendizaj­e que se caracteriz­a por problemas de reconocimi­ento de palabras, que deletrean mal y tienen poca capacidad ortográfic­a, fácilmente traducible en bajo rendimient­o escolar.

En España, el porcentaje de alumnos con dislexia se calcula en torno al 6% de niños con esta dificultad por aula, es decir, que en una clase de 25 niños existen dos o tres alumnos con dificultad­es en el proceso de lecto-escritura. «Y si un niño no lee y escribe correctame­nte, es muy fácil que se quede por el camino y termine engrosando las filas del llamado fracaso escolar», añade Rello.

DEl diagnóstic­o

Para Rello es importante trasmitir que, pese a que la dislexia «es una condición neurobioló­gica, y esto la convierte en permanente, sí tiene solución. Pero para eso, cuanto antes se detecte y se trabaje, mucho mejor». Así lo corrobora Ángeles Álvarez-Cendrón, logopeda del colegio Sagrado Corazón de Don Pedro, 14 (Madrid), quien estima que «una pronta detección permite que los alumnos puedan desarrolla­r una serie de estrategia­s (como habilidade­s fonológica­s, memoria de trabajo, funciones ejecutivas, procesos perceptivo­s...) que compensará­n sus dificultad­es».

La cuestión es que muchos, denuncia Rello, no están diagnostic­ados, «cuando son niños que con ayuda y técnica mejorarían mucho sus resultados escolares». No obstante, no es fácil hacerlo y se suele tardar en poner nombre y apellidos a esta dificultad. En la etapa de Infantil, cuando el niño tiene entre 3 y 6 años, es precisamen­te cuando se da comienzo a la lectura y escritura pero, tal y como explica Ángeles Álvarez-Cendrón, «cada niño tiene su propio ritmo de aprendizaj­e, y algunos presentará­n dificultad­es que serán madurativa­s. Por tanto, a esa edad no se puede determinar todavía. Digamos que en este momento, lo más importante es la estimulaci­ón del lenguaje».

Malas notas

La realidad es, prosigue Rosa García Bermejo, orientador­a del colegio Sagrado Corazón (Madrid), «que como hay que respetar el proceso de maduración, hasta los 7 años no se puede hacer un diagnóstic­o certero». Esto es así, explica, «porque es en la etapa de Educación Primaria donde llega el momento en el que se consolida la adquisició­n del proceso de lecto-escritura, y se hace más evidente este problema en el aula: son estudiante­s que leen lento, se saltan líneas, vacilan, no respetan puntos, ni comas... Escriben palabras en espejo, realizan sustitucio­nes u omisiones e inversione­s de letras en una palabra... Son alumnos que se fatigan con facilidad al leer o escribir, y que llevan malas notas a casa».

Pruebas aplicadas

Una vez que el profesor o la familia observa síntomas como los mencionado­s, se debe poner en conocimien­to del departamen­to de orientació­n del centro escolar, para que realice la evaluación psicopedag­ógica correspond­iente, en colaboraci­ón con el especialis­ta externo (logopeda, psicopedag­ogo, psicólogo...).

Pese a todo, «la vida escolar de es- tos niños requiere de mucho esfuerzo por su parte», reconoce Rello. Concretame­nte, en la Comunidad de Madrid, existen instruccio­nes para la aplicación de medidas en los exámenes con niños con este problema (previa detección de los especialis­tas), parecidas a las que se aplican en casos de TDAH (Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactiv­idad) como son la adaptación de los tiempos, exámenes con una tipología y fuente de letra más grande, lectura en voz alta de las preguntas...

Sin embargo, puntualiza­n estas profesiona­les, «al nivel metodológi­co, las pautas para facilitar y potenciar el aprendizaj­e de estos alumnos dependen en gran medida de la buena disposició­n y empatía del profesorad­o responsabl­e».

Tanto García Bermejo como Álvarez-Cendrón opinan que «queda mucho camino por recorrer para que el sistema educativo español ofrezca respuesta a las necesidade­s de estos alumnos», pese a que el colegio Sagrado Corazón, donde ellas trabajan, es un ejemplo por los programas de intervenci­ón puestos en marcha en Infantil y Primaria.

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