Por una defensa europea de verdad
Teatro. La vida es puro teatro. Donald Trump sobreactúa para mantener su personaje. Y Emmanuel Macron hace algo parecido para recuperar popularidad. El rifirrafe, antes de comenzar la conmemoración del centenario del armisticio que puso fin a la Primera Guerra Mundial en 1918, fue teatro. Puro teatro.
El tema de fondo es que tanto Trump como Macron tienen razón. Más allá del postureo. Porque los países europeos debemos incrementar la aportación a nuestra defensa. Sí o también. Y, por otro lado, deberíamos hacernos mayores de una vez, y empezar a valernos por nosotros mismos sin la dependencia adolescente del Tío Sam. Pero no seamos cínicos. La cuestión no es lo que diga un presidente histriónico u otro en horas bajas. No. El problema de verdad somos nosotros. La opinión pública europea que por comodidad –ya vendrán a defendernos– o por cobardía –que otro ponga los muertos– no queremos afrontar la realidad de este principio del siglo XXI. Por ello hacen falta políticos que digan la verdad. Aunque se pase de tuitero y de estrambótico, Donald Trump, sin que sirva de precedente, tiene razón.
En el extremo contrario están los gobiernos populistas o casi, como el nuestro, que se esconden en una falsa progresía buenista. Que se apoyan en socios antieuropeos y bolivarianos. Y que nunca reconocerán el nuevo modelo de guerra que nos ocupa.
En la agenda de la cumbre están Siria, Irán, el comercio y África. Hace unos meses, un oficial español en Malí me dio una clave interesante. Y muy preocupante. «Aquí, en serio, lo que se dice en serio, se despliega el Ejército francés. El resto apoyamos logísticamente y para formación de fuerzas locales. Pero deberíamos ir más allá. O nos tomamos en serio que el yihadismo no puede implantarse en el Sahel o nos arrepentiremos más pronto que tarde». Y la gran pregunta: ¿los europeos estamos dispuestos a reconocer la realidad y dar los pasos para enfrentarnos a esta verdad? Exacto. Seamos sinceros. Hoy por hoy, no.