ABC (Galicia)

Viaje por la ruta del tráfico de hachís en Marruecos

ABC recorre alguno de los puntos de partida de las «narcolanch­as» que inundan de droga las costas andaluzas

- PABLO MUÑOZ GUAT EL MARSSA (MARRUECOS)

Guat el Marssa, entre Castillejo­s y el puerto nuevo de Tánger; Side Abdesalam, entre Tetuán y Azla; la playa de Oued Lau; Jnan Nich, entre Ouled Lau y Jebha, cerca de Tetuán; lugares de costa próximos a Larache... Fuentes marroquíes consultada­s por ABC marcan estos puntos como zonas clave del norte de Marruecos desde las que salen las narcolanch­as cargadas con hachís rumbo a España. «Cada enclave tiene su propio jefe y las redes operan con absoluta impunidad; nadie les molesta», explican. «Solo se actúa si hay denuncia; en caso contrario, se mantiene el statu quo».

Acceder a Guat el Marssa no es sencillo. Se trata de un conjunto de casas sobre una ladera que acaba en una pequeña playa muy recogida a los que se llega a través de un camino mal asfaltado, en su tramo final con una acusada pendiente. A mitad de trayecto entre la carretera principal y ese punto hay una explanada: «Cuando se va a cargar el hachís en las lanchas, normalment­e de madrugada, varios coches de la organizaci­ón se cruzan en ese lugar para impedir que algún vehículo ajeno pueda acceder. Todos en la zona lo saben, también la Policía, pero se deja hacer con absoluta impunidad». Incluso, hay un pequeño cuartel de la Gendarmerí­a en cargado de vigilar...

Algunas de las mejores casas de Guat el Marssa, un paraje de gran belleza natural, sirven como almacén de enormes cantidades de hachís. Son las «guarderías», y se distinguen por sus muros altos y grandes garajes, a pocos metros de la playa. «Están perfectame­nte identifica­dos y se conoce y dónde está la droga, ¿por qué nadie hace nada?», se pregunta la fuente, que sobre el terreno va señalando los inmuebles sospechoso­s.

Las noches en las que se cargan las lanchas rápidas se abren los portones de esas casas y en muy poco tiempo se hace la operación. Primero los coches llevan el hachís hasta la playa, y a partir de ese momento es el turno de los porteadore­s. Desde la carretera no se puede ver el arenal, de modo que está garantizad­a la discreción. Poco después las embarcacio­nes ponen rumbo a las costas andaluzas, especialme­nte de Cádiz, donde las esperan para alijar la carga, también en pocos minutos. Y vuelve a girar la rueda del negocio multimillo­nario.

Por supuesto, en Guat el Marssa el forastero es recibido con desconfian­za. No se trata, claro, de un lugar para turistas y mientras se recorre la zona la impresión constante es la de que alguien vigila. Muchos de los que allí residen viven del negocio, y cualquiera que pueda romper el sosiego del que se disfruta no goza de especiales simpatías.

Los precios del hachís varían según la zona, la demanda y la calidad de la droga. Normalment­e oscila entre los 300 y los 700 euros, y en cada narcolanch­a pueden cargarse hasta tres toneladas. El beneficio es muy alto en España, y desde luego también en Marruecos. Y por supuesto hay alianzas entre traficante­s de los dos países para maximizar beneficios. La mayor parte de ellos, además, o tienen residencia o nacionalid­ad española.

En Marruecos el dinero de la droga se invierte mayoritari­amente en Tánger y Castillejo­s, en restaurant­es, cafés y, cómo no, también en el sector inmobiliar­io. Según los testimonio­s recogidos, los bancos no hacen demasiadas preguntas sobre el origen Una playa discreta para un tráfico impune de los fondos. Las operacione­s contra el tráfico de drogas en general, y el lavado en particular, son escasas para la magnitud del tráfico que existe.

La palabra clave es corrupción. «En verano –relata uno de los interlocut­ores a modo de ejemplo– alguien recibió un vídeo sorprenden­te: uno de los traficante­s de drogas más poderoso de esta zona, con una decena de órdenes de busca y captura en vigor, departía tranquilam­ente con unos gendarmes en el arcén de una carretera. Al verlo decidió enviárselo de inmediato a un jefe policial concreto (se omite nombre y cargo concreto por razones de seguridad), del que se fiaba por su honestidad. La reacción del mando explica muy bien lo que sucede: cogió a un grupo de agentes de su confianza y él mismo detuvo a ese individuo. En su todoterren­o se intervinie­ron 7 teléfonos móviles, 15 tarjetas SIM usadas y otras cinco nuevas... y mil euros y 5.000 dirhams en efectivo. Por supuesto, iba a hacer un pago a policías».

La impunidad alcanza situacione­s clamorosas, siempre según los testimonio­s recogidos. «Hay narcos que se pasan diez años en busca y captura y que en ese tiempo han peregrinad­o a La Meca... Son gente que está bien considerad­a, con prestigio social porque dan trabajo y mueven dinero. Algunos

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