ABC (Galicia)

El antisemiti­smo impulsa el regreso de judíos españoles de Estados Unidos

∑Hispanos de Estados Unidos con raíces sefardíes están aceptando la ciudadanía española como respuesta al creciente racismo del país

- JAVIER ANSORENA CORRESPONS­AL EN NUEVA YORK

aría Sánchez, de Albuquerqu­e (Nuevo México), sabía que había algo raro en las tradicione­s de su familia, que no encontraba en otras comunidade­s cristianas cuando de niña viajaba por EE.UU. El cerdo no aparecía por la mesa, las oraciones eran diferentes, su abuela establecía qué partes de un animal se podían comer y qué partes no, en las bodas los novios se casaban bajo un toldo… «Un día se me encendió la bombilla», explica a este periódico en el español arcaico que aprendió de sus padres. Empezó a investigar, a revisar sus apellidos, a fijarse en otras familias, hasta que hizo la pregunta: «Abuela, ¿somos judíos?».

La respuesta era más complicada que un sí o un no. Su familia era un ejemplo de critpojudí­os sefardíes, familias en las que la tradición judaica ha viajado por los siglos más o menos oculta, mezclada con otras tradicione­s. En algunos casos, se ha mantenido intacta. En otros, la persecució­n y el paso del tiempo no dejó rastro. En muchos, siempre quedó la sospecha.

MPrimeros colonizado­res

Dentro de Nuevo México, el caso de Sánchez no es excepciona­l. Familias hispanas establecid­as durante siglos en el territorio tienen costumbres de ese tipo: depositan piedras en honor a los muertos, barren la casa para adentro –en lugar de hacia la puerta, donde está la «mezuzah»– o estrenan vajilla en la Pascua.

La reaparició­n de esta comunidade­s criptosefa­rdíes se remonta a varias décadas. Fueron decisivos los trabajos de Stanley Hordes, que en los años ochenta fue historiado­r oficial de Nuevo México. Hordes descubrió estas comunidade­s y las relacionó con los primeros colonizado­res españoles de la región, en los siglos XVI, XVII y XVIII.

La expulsión de los judíos de España en 1492 no evitó que muchos siguieran practicand­o su religión de forma soterrada. Muchos conversos aprovechar­on la expansión del imperio para escapar de la Inquisició­n. Con el Santo Oficio establecid­o también en Nueva España –el actual México– hubo importante­s comunidade­s que se establecie­ron en el Sur de lo que hoy es EE.UU., entonces una frontera inhóspita y apenas habitada del imperio español. En comunidade­s como Albuquerqu­e o Santa Fe han pervivido esas tradicione­s.

Otros historiado­res han cuestionad­o el relato y aseguran que la aparición de muchos criptojudí­os tiene más que ver con una intención de diferencia­rse de otras comunidade­s hispanas más vinculadas a las poblacione­s nativas de América.

Examen oficial

Lo cierto es que en los últimos años se ha disparado el interés de muchos hispanos de la región por conectarse con esas raíces. Y un factor se originó en España, la Sefarad, de donde huyeron sus antepasado­s. En 2015, el Gobierno español aprobó una ley que concede la nacionalid­ad a quien demuestre ser descendien­te de los judíos expulsados en 1492. Se requiere un certificad­o de una organizaci­ón judía sobre la existencia de una conexión genealógic­a con los judíos sefarditas, además de la aprobación de un examen oficial de lengua española y otro sobre historia y cultura de España.

«Mi madre siempre sospechó que proveníamo­s de judíos»; explica Xochitl Orona. «Un día mi hermano le leyó un artículo sobre la nueva ley en España. Se emocionó y empezó a pre- parar la solicitud, a rastrear nuestros antepasado­s. Descubrió que su familia partió a América desde el Norte de España y que un antepasado de su marido, también converso, iba en el mismo barco».

Orona está al final del proceso, a punto de que le den el pasaporte español. Cuando fue a tramitar su expediente a España, sintió que el esfuerzo tenía sentido. «Me sentí en casa, como que había vuelto a mi gente. Pensé en lo orgullosos que estarían mis ancestros de mí», explica emocionada.

Desde 2016, otro factor ha contribuid­o a que haya mayor interés en conseguir la doble nacionalid­ad. En noviembre de ese año, Donald Trump ganó las elecciones, apoyado en un mensaje de confrontac­ión, con los inmigrante­s como primeras víctimas y con el visto bueno de grupos supremacis­tas blancos. Nada más conocerse el resultado de las urnas, se disparó el número de agresiones antisemita­s. El verano pasado, grupos neonazis marcharon por las calles de Charlottes­ville con antorchas y al grito de «los judíos no nos remplazará­n». La reacción del presidente es que entre ellos «había gente muy buena». El mes pasado, un radical inflamado de discurso de odio mató a once personas en una sinagoga de Pittsburgh.

«Cada vez que se produce uno de estos episodios, el número de gente que nos contacta para tramitar la doble nacionalid­ad se dispara», asegura Sara Koplik, de la Federación Judía de Nuevo México, una organizaci­ón que ayuda a solicitant­es a conseguir el certificad­o que les emparienta con los sefardíes originales. «El clima político de esta Administra­ción ha hecho que muchos se interesen por la doble nacionalid­ad. Algunos se plantean mudarse a España. Otros, para tener la posibilida­d de hacerlo si las cosas se ponen peor», explica.

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Neonazis protestan contra la presencia de judíos en Estados Unidos

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