Bilbao recela de España si
A134 días de que empiece la Eurocopa 2020, que llegará con un año de retraso por razones obvias, la UEFA tiene una certeza que ni se cuestiona: el torneo se jugará, eso no lo pone nadie en duda, y la idea, ahora mismo, es que se mantenga su formato con 12 sedes, si bien siempre se añade la ya clásica coletilla «dependerá de la evolución de la pandemia», que vale para casi todo. Desde los despachos de Nyon, además, se remarca que son los primeros interesados en respetar el plan establecido y en contar con la presencia de público en los 12 estadios elegidos, pero la singularidad de esta edición itinerante, una Eurocopa de ciudades, hace que sea muy difícil aventurarse y asegurar cómo se desarrollará el evento en junio y julio. De ahí que a principios de abril, según se acordó ayer en una reunión con los anfitriones, se tome una decisión concluyente sobre la hoja de ruta. La pandemia ha trastocado todo y hay que tener cierto margen para trabajar en un plan B si es necesario, pues la Eurocopa exige una organización perfecta a gran escala que implica tiempo.
Dibujado ya el escenario actual, hay que analizar la situación a partir de estas dudas lógicas. La UEFA, cuya capacidad para reaccionar quedó más que contrastada con la organización de las fases finales de la Champions League (en Lisboa) y de la Europa League (en diferentes ciudades de Alemania), ha sondeado a las 12 sedes y les ha pedido una aproximación del escenario de cada ciudad y una proyección de público teniendo en cuenta las peticiones. Hay quienes ofrecen una postura optimista, pero en ese grupo no está precisamente Bilbao, que dio una previsión de asistencia del 30%.
Ángel María Villar, cuando era presidente de la Real Federación Española de Fútbol, se empeñó en que Bilbao fuera una de las sedes de la Eurocopa y activó la candidatura con entusiasmo. Se manejó la posibilidad de Madrid, pero se apostó por la capital vizcaína y más con el nuevo San Mamés, un estadio a la altura de las circunstancias. Sin embargo, a Bilbao, lo que es la ciudad y las instituciones implicadas, nunca les hizo demasiada gracia el asunto y mucho menos, y es ahí donde entra la política, tener que albergar los partidos de España, cuyos encuentros de la fase de grupos se jugaban sí o sí en La Catedral. Al Gobierno Vasco no le gustaba el tema, la Diputación se ponía de perfil y el Ayuntamiento, quien ha asumido la voz cantante, anteponía el aspecto económico ya que la celebración de cuatro partidos en la ciudad iba a suponer, según unos estudios del propio Ayuntamiento en 2019, un beneficio de más de 30 millones de euros. Además, el sorteo quiso que la selección quedara encuadrada con Suecia, Polonia y Eslovaquia, siendo los suecos y los polacos unos aficionados que se mueven de manera masiva.
Hace casi un año que no hay espectadores en los estadios españoles, desde que estalló en marzo la pandemia, y no hay visos ahora mismo de que la situación vaya a mejorar a corto plazo. De ahí los recelos de Bilbao, que siempre ha estado marcada por la oposición política y que se acentúa ahora al no estar nada claro que vaya a acudir afición a los campos. En definitiva, el costo político para la instituciones es, sin público y sin dinero, demasiado importante.
Habla la UEFA
Se escribe todo en condicional porque no hay nada firme con el coronavirus danzando y disparando la tasa de contagios. Son 12 ciudades con 12 protocolos, lo cual dificulta muchísimo las maniobras, aunque la UEFA quiere mantenerse firme en su plan. «Soy optimista y creo que es muy probable que las cosas sean muy diferentes con respecto al virus a medida que nos acercamos al torneo», apuntó ayer Aleksander Ceferin después de la cita rutinaria con las federaciones implicadas en la Eu
Trasfondo político Las instituciones vascas se mostraron reacias desde el principio a que la selección de Luis Enrique jugara ahí, pero pesaban más los beneficios económicos