El enésimo truco de España para seguir en la élite mundial
▶ La selección apabulla a Francia para lograr el bronce, su cuarto metal de esta entidad
cuando todos aceptan los minutos que les corresponden y cumplen con su papel en el engranaje que es esta selección. La fórmula mágica, como los propios jugadores se encargan de repetir, es que son un grupo de amigos que juega al balonmano. Se conocen desde hace tiempo, tienen una misma filosofía a pesar de jugar cada uno en una punta del continente, y los nuevos no tardan ni un minuto en sentirse uno más, para eso están los partidos de fútbol o las partidas de mus. «La portería española es la mejor del mundo», sentenciaba Albert Rocas a este diario. Siempre ha sido una baza fundamental en los éxitos de la selección. Lorenzo Rico, David Barrufet, Arpad Sterbik, José Manuel Sierra, José Javier Hombrados son algunos de los nombres que han dado lustre a esta posición, no siempre la mejor considerada. España, además, no tiene solo un nombre, sino dos, que se retroalimentan en su grandeza. Gonzalo Pérez de Vargas y Rodrigo Corrales, imprescindibles ambos en este bronce: 135 paradas, por 110 de Dinamarca o 102 de Suecia. Ayer, a un Corrales soberbio (16 intervenciones) se unió Pérez de Vargas con dos de tres penaltis parados. Tan importantes ambos que saben antes de empezar el torneo qué partidos jugará cada uno. Es un puesto que no se gana por un buen día, sino que se corrobora en los encuentros que toca ser protagonista.
Ribera y las rotaciones
El seleccionador, Jordi Ribera, celebró como todos la consecución de este bronce. En el puesto desde 2016, tenía en los Mundiales una cuenta pendiente y aprueba con nota en Egipto. Analista metódico, nada lo distrae durante los torneos. En este ha incorporado a un analista de vídeo, cuando en otros tenía su propia red de ojeadores en España que le enviaba los cortes para estudiarlos. Tan metódico y analista que durante la pandemia era normal que se viera dos o tres partidos al día, tanto de España como de los rivales, para tener todo controlado cuando llegara la puesta en escena. Habla pausado en los tiempos muertos, pero se le desata la rabia, como ante Dinamarca, cuando acabó viendo la tarjeta amarilla. Acepta la visión de los jugadores, pero mantiene una máxima con la que es implacable: las rotaciones. Todos tienen sus minutos durante los partidos, medidos para que al final del torneo nadie esté más cansado de la cuenta como sí pasa en otras selecciones. Es una de las claves de que España firme siempre los torneos de menos a más, y normalmente más frescos que otras selecciones que lo fían siempre a un equipo titular más fijo.
Último Mundial del capitán
Raúl Entrerríos cumple 40 años el próximo 12 de febrero. Y a estas alturas esperaba estar retirado disfrutando del balonmano sin dejarse la piel en la pista. Pero el coronavirus lo obligó a retrasar su salida un año más, con el objetivo de los Juegos de Tokio como meta para una extraordinaria carreun brazo letal cuando se incorpora al ataque. Ayer, ante Francia, desquició a la zaga y taladró la moral de Vincent Gerard. De su zurda, magistral, colocada y potente, se acordará bien el portero francés. Marcó ocho goles, desde el exterior, para minimizar la máxima de que España no tiene lanzadores. Y regaló, además seis asistencias. Algunas de ellas, a su hermano pequeño, que combina de maravilla la frescura de los 23 años con la inteligencia de juego del