Cataluña, entre seguir en el bucle o comenzar a enterrar el ‘procés’
▶El riesgo de nuevas elecciones en julio, el impacto de la abstención o el alcance del llamado ‘efecto Illa’ son algunas de las incógnitas a despejar hoy
os catalanes acuden hoy a las urnas en unas elecciones precipitadas por la inhabilitación de Quim Torra el pasado mes de septiembre. Con su voto, los electores tienen dos opciones, perseverar en el proceso independentista o pasar página. En ambos casos, los dos bloques detrás de cada una de estas opciones asumen que el equilibrio de fuerzas se mantiene, y que nadie tiene la fuerza suficiente para un giro radical. En el campo secesionista, y pese a las proclamas y épica habitual en campaña, se tiene claro que un escenario como el de 2017 es ahora mismo irrepetible aunque el voto soberanista rebase el 50% de los sufragios, algo que hasta ahora no han logrado. Del mismo modo, en el campo constitucinalista se asume también que, aunque el PSC pudiese ganar las elecciones, lo más probable es que el soberanismo siga mandando en la Generalitat. Cataluña seguirá instalada probablemente en el empate político. La perspectiva no es nada estimulante, sin descartar que, en caso de que el secesionismo pierda la mayoría, el bloque constitucionalista no tenga bastante fuerza como para elegir presidente superando el bloqueo ‘indepe’. La perspectiva de una repetición electoral en julio sigue encima de la mesa.
Al margen de la gran disyuntiva entre continuidad o cambio, los comicios tienen otras muchas incógnitas que los resultados deberían despejar, desde el impacto electoral de votar en plena tercera ola de la pandemia, al resultado del regreso a Cataluña del exministro Salvador Illa, la pugna por la primacía en la derecha o el resultado del asalto final entre Junqueras y Puigdemont.
LEL IMPACTO DE LA PANDEMIA: POLÍTICA REAL FRENTE A QUIMERAS La pandemia de coronavirus ha tenido un colosal impacto sanitario y económico en Cataluña, como en el resto de España. Está por ver si la crisis afectará también el comportamiento político de los catalanes. Algunas pistas. El pasado mes de julio el CEO (equivalente catalán del CIS) publicó una encuesta en la que ya se percibía un cierto efecto en la afección popular al proyecto soberanista. Así, el número de entrevistados que consideraban que la relación entre Cataluña y España era el primer problema de la comunidad había caído notablemente, pasando del primer al tercer lugar (del 24,3 al 14,3%) en un podio en el que se disparó la preocupación por la salud (cuestión que pasó del cuarto al primer lugar). En la anterior oleada del CEO la sanidad era importante para el 6,2% de los catalanes, en verano lo era ya para el 29,4%. Desde el constitucionalismo se celebra, y confía, en que el impacto del Covid-19 haya puesto lo sustancial –la economía, la salud...– por delante de las quimeras.
El cambio de prioridades que esbozaba esta encuesta del CEO podría tener repercusión en las urnas, aunque por el momento su principal efecto es una desafección importante hacia los partidos políticos, en general. Así las cosas, el 45,5% de los entrevistados reconocía en julio que ninguna formación estaba capacitada para dar una buena respuesta a sus problemas. Desde el punto de vista electoral, ello podría perjudicar tanto a ERC y Junts como al PSC y a los comunes por sus responsabilidades en la gestión de la pandemia desde la Generalitat y el Gobierno, respectivamente. ERC, por ejemplo, tiene en sus manos el área de Salud y la responsabilidad sobre las residencias, lo que Junts no ha pasado por alto obviamente.
ABSTENCIÓN DIFERENCIADA O IMPACTO GENERAL
La participación es otro de los factores clave a tener en cuenta este 14-F. Se da por hecho que una baja participación –se estima que caerá un mínimo de 20 puntos sobre la cifra récord del 79% de 2017– beneficiará a las opciones más extremas (principalmente a Vox y a la CUP), ya que tienen un electorado más movilizado y con una baja participación sacan más rédito de sus apoyos. Que los colegios y centros de votación no se muestren llenos también podría beneficiar al independentismo, cuyo electorado tradicionalmente participa más en cualquier cita electoral, especialmente en las elecciones autonómicas. Con este panorama, todos los partidos han hecho en esta campaña insistentes llamamientos a evitar la abstención, aunque puede que no todas las llamadas sean sinceras. Antes se desempeñaron también a fondo en la promoción del voto por correo, que ha crecido un 180%. Algunos analistas en el campo no secesionista denuncian una inicial campaña del miedo para desincentivar el voto.