EL VATICANO «La opacidad económica aumenta en el pontificado de Francisco»
on sus dos mil años de historia, el Vaticano sigue siendo una institución fascinante, capaz de aglutinar lo mejor y lo peor de la condición humana. Del interior de sus muros han salido los más nauseabundos escándalos de corrupción o las más rocambolescas historias de traición, como la de Paoletto, el mayordomo infiel. Sin embargo, pocos conocen de verdad cómo funciona la maquinaria que ayuda al Papa en su tarea mundial. Ese es el reto que se ha planteado –tras 22 años de trabajo en el corazón de la Iglesia– el corresponsal de ABC, Juan Vicente Boo, en su último libro ‘Descifrando el Vaticano’ (Editorial Espasa).
«El Vaticano es un punto de referencia artístico, espiritual y político para todos los países y religiones, como demuestran las continuas visitas de jefes de Estado y personalidades de la ciencia, la cultura, la economía o el arte. Sin embargo, si te dejas enredar demasiado por la estructura burocrática o te obsesionas con las arrugas del sistema, puedes pasar todo el día enfadado y no llegar a ver lo importante», comenta el periodista.
El gran desafío de su nueva publicación es precisamente ayudar a los lectores a mirar el cuadro completo, pero quedarse con lo esencial. «El Vaticano –afirma– es la puerta de entrada en una dimensión desconocida, casi mágica, donde lo invisible es más importante que lo visible. Entenderlo te permite acercarte al misterioso manantial oculto que ha alimentado la generosidad y la valentía de millones de personas desde hace dos mil años». El extracto del libro que adelanta en este su periódico lo demuestra:
CLa «Iglesia imperial»
Los historiadores señalan que la embriaguez de la ‘Iglesia imperial’ duró nada menos que dieciséis siglos. Además de escandalizar a las iglesias orientales, separadas de Roma desde 1054, el sistema del ‘Papa Rey’ originaba vergonzosas luchas por el poder entre las familias nobles italianas, dando lugar a un gran número de intrigas, asesinatos y pontífices indignos. Por otra parte, desnaturalizaba la relación de los fieles con el sucesor de Pedro, y hacía casi imposible que este pudiera concentrarse plenamente en su tarea espiritual. La caída de los Estados Pontificios puso fin a esa anomalía, pero sus secuelas psicológicas no están, por desgracia, completamente superadas.
Dos manuales de la Curia
Sin que figure en ninguna parte como norma escrita, la Curia vaticana lleva los dos últimos siglos orientándose instintivamente por dos manuales. Para los asuntos de ceremonias, protocolo, etc., el de Versalles: todo muy vistoso y elegante. Para la administración interna, el del Imperio austrohúngaro: una maquinaria administrativa lenta, pero eficaz, que terminaba tomando decisiones según los reglamentos y dejando constancia de ellas.
Esa rutina mental sufrió un fuerte
El libro recoge la visión del corresponsal de ABC tras 22 años de trabajo en el corazón de la Iglesia shock con la llegada del Papa Francisco. A bastantes miembros de la Curia no les gustaba su estilo sencillo y familiar, cercano a la gente, que dejaba en evidencia, por contraste, la altivez y lejanía de otros. Muchas de sus decisiones prácticas los desconcertaban. Al cabo de poco tiempo quedó claro que Francisco se guiaba por otros dos manuales, los verdaderos. Y que leyéndolos con atención era muy fácil predecir las reacciones y las decisiones del primer Papa americano. Eran los Evangelios y los Hechos de los Apóstoles.
«Caja de resonancia mundial»
La Santa Sede es, después de Washington, el segundo lugar del mundo con más embajadores acreditados. En 2020 sumaban 185, la mitad de ellos residentes en otras capitales europeas por llevar la representación de sus gobiernos ante varios Estados. Pero nada menos que 90 con sede en Roma. En conjunto, suponen una extraordinaria «caja de resonancia» de los asuntos mundiales y un marco que permite crear discretamente líneas de cooperación para el bien, desde la ayuda a países en desarrollo, hasta el respaldo a nuevos tratados internacionales en temas de interés social o acuerdos de paz entre países enemistados.
Opacidad económica
Si del balance anual se sabe poco, del patrimonio todavía menos. Ni la Santa Sede ni el Estado Vaticano hacen públicos los datos sobre su patrimonio inmobiliario –edificios– y de cartera –títulos financieros– en una docena de mercados internacionales. La opacidad en cuanto a balances y patrimonio, ya muy alta en los pontificados de Juan Pablo II y Benedicto XVI, aumentó en el de Francisco. El resultado es un escenario muy poco sano de arbitrariedad administrativa, con frecuentes escándalos económicos que afloran a pesar del esfuerzo por ocultarlos. La gestión financiera y las inversiones se llevan con un estilo ‘clandestino’ y a veces casi mafioso, asignándolas sobre todo a amigos personales, en un contexto de favoritismo difícil de comprender.
El Limosnero del Papa
Un par de años después, cuando el Papa le impuso la birreta de cardenal a Konrad Krajewski para subrayar la importancia de ese cargo hasta entonces poco valorado, el Limosnero decidió celebrarlo a su manera: una cena para 280 pobres o personas sin casa en los comedores del Vaticano, servida por 80 voluntarios. Francisco se presentó por sorpresa y le advirtió sonriendo:
—Ojo, Conrado, que no he venido por ti, sino por ellos.
funciona la compleja maquinaria que ayuda al Papa en su tarea mundial