VÍA LIBRE PARA ENTRAR
que si es por el miedo a la propagación del virus «no tiene ningún sentido», se queja. Lo ha hecho, entre otros, el prefecto francés de los Pirineos Atlánticos, Eric Spitz. Si el motivo de viaje es turístico, una persona de Biarritz, en el País Vasco francés, no puede bajar a Irún a surtirse de víveres, como hacía antes de la pandemia. «En este barrio de Behovia, donde tengo mi tienda de licores y charcutería, estamos a dos kilómetros de la frontera, el cliente galo viene y carga porque es más barato. Ahora dicen: ‘si tengo que pasar varios controles, ya no lo hago’. Y hay un puesto de control permanente en el puente internacional». Fraile sigue relatando al teléfono: «Esta situación nos enfada mucho porque no se está tratando igual a todos los puntos de la frontera; hay otros lugares donde no está pasando esto y nos provoca incredulidad. No sabemos por qué los franceses tienen algo especialmente contra Irún. Ahora mismo te da igual vivir a menos de 30 kilómetros de la frontera que irte a Madrid». «La simbiosis en Hendaya, Fuenterrabía, Irún... con Francia es brutal. Estamos a punto de morir económicamente, en pandemia hemos trabajado solo dos meses», traza este comerciante desesperado.
El lugar que mejor ejemplifica la contradictoria política de restricciones vigente en España en los días previos a las vacaciones de Semana Santa es Le Perthus. Es una de las zonas más curiosas de la porosa frontera hispanofrancesa. En este pequeño pueblo galo hay una acera en territorio español (pertenece a la Junquera, Gerona). Gracias a ello, los transeúntes pueden cruzar de lado a lado, para desgracia de los restaurantes en la acera del país vecino que, a diferencia de sus competidores españoles, no pueden abrir. Aquí los franceses pueden entrar a España por el paso fronterizo situado al final de la calle sin apenas controles, mientras que quienes cruzan en dirección hacia Francia tienen que mostrar una prueba PCR negativa. Baste un dato: desde 5.000 controles en toda España: en Francia se ha activado un dispositivo de 90.000 controles para que no se cuele ningún foráneo.
Según contaba a ABC un gendarme situado en uno de esos controles en Le
Las autoridades francesas están recomendando no viajar 2 km a Irún a hacer compras
Españoles atraviesan el paso fronterizo hacia Francia mostrando su PCR negativa
Perthus, las medidas activadas en Francia buscan evitar la inmigración ilegal y el terrorismo, aunque también sirven para disipar a quienes tengan intención de visitar en coche el país vecino. Hasta que eso ocurre y como dan testimonio en ambas esquinas de la frontera hispanofrancesa, libres de restricciones, cada día miles de ciudadanos cruzan la acera para comprar alcohol, tabaco y gasolina casi a mitad de precio por Le Perthus. «Hemos venido para comprar, aquí es España pero no hay frontera, para entrar no nos han pedido nada, ni documentación, ni PCR. Hace un año que no estábamos en una terraza» relataba Asis, un joven francés. Un poco más abajo, pocos franceses se alejan de la frontera –poblada de gasolineras y clubes de alterne– para arribar hasta los turísticos municipios de la Costa Brava. En Llansá, una apacible población de playa a 35 minutos, confían en salvar la Semana Santa con el turismo nacional. «Los franceses que tienen segunda residencia sí vienen con muchas ganas. Hartos de sus restricciones, dicen: ‘Me quiero emborrachar, ponme dos mojitos’», explica Julián, propietario de LBar, un popular restaurante.