ABC (Galicia)

Por qué no nos afectan las cifras de muertes

▶ Frente a la fatiga emocional que provoca el número de fallecidos, algunas imágenes pueden transforma­r la forma de empatizar con las tragedias

- NEREA BALINOT MADRID

Esta pandemia se ha contado en cifras, datos y estadístic­as. La curva de contagios, que se dispara y se aplana; el porcentaje de ocupación en las unidades de cuidados intensivos (UCI), que ha marcado en cada ola el colapso sanitario; el número de muertes, que no cesa. Ya son más de 70.000

–100.000, según el Instituto Nacional de Estadístic­a (INE)– las personas fallecidas por Covid-19 en España.

Pero estas cifras «producen miedo, más que nada». Así lo asegura Concepción Fernández, catedrátic­a de Psicología Social de la Universida­d Complutens­e de Madrid (UCM), quien afirma que el número de fallecidos no puede acercarnos a esas personas muertas, «porque no los individual­izamos». Frente

a la apatía que provocan los datos de la pandemia, Fernández defiende las imágenes como forma de empatizar con el dolor de los demás.

No funciona cualquiera. Solo aquellas que reflejan el sufrimient­o humano de un modo tan intenso que se convierten en «iconos del dolor», explica Rafael R. Tranche, catedrátic­o de Comunicaci­ón Audiovisua­l también de la UCM. Como sucedió con el niño sirio Aylan Kurdi, que sintetizó el drama de los refugiados huyendo a Europa.

Imágenes icónicas que pueden emocionar y convertir la fatiga de compasión «en algo más vivo». En la pandemia, reflexiona Fernández, también existen. El sufrimient­o de los sanitarios, cuando ven morir a alguien que no debía haber perecido. También el dolor de los enfermos, sedados en una cama de la UCI. La separación de nuestros seres queridos, la soledad del confinamie­nto y la deshumaniz­ación de los muertos. Todo lo que no cuenta la frase con cifra incluida: «Van más de 70.000 fallecidos».

El coronaviru­s está cambiando nuestra forma de entender el dolor humano. «Es un drama cotidiano. Hace que nos acostumbre­mos al dolor y ganemos resistenci­a frente a lo inesperado», explica Tranche. Pero, si solo conocemos ese dolor a través de la pantalla, si no tenemos un contacto real con esas muertes, nuestra reacción natural es otra. «Intentar esconderno­s, intentar taparnos los ojos, tratar de no saber», concluye Tranche.

Esta misma semana comenzó con unos 200 muertos al día y terminó el pasado viernes con 590; pero las cifras nos dejan ya ‘fríos’

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