ABC (Galicia)

LA SEMANA

- EL SAINETE DE LA IZQUIERDA

Aveces es por impostura y otras por pura estulticia. El caso es que la izquierda ha cogido por costumbre representa­r a diario una función cada vez más absurda y en no pocas ocasiones naufraga en el absoluto ridículo. Estos días en Palma desarrolla­ron uno de esos espectácul­os grotescos. El sainete comienza al anunciar que retiran del callejero a los almirantes Gravina y Churruca por «su origen fascista». Cuando les explican que ambos habían muerto más de un siglo antes del golpe franquista lo que se les ocurre es argumentar que unos barcos con sus nombres actuaron en la Guerra Civil. Sí, es cierto, pero también que esas naves durante toda la contienda sirvieron en el bando republican­o. Ya sin más charcos en los que enfangarse (por ahora) la obra termina (de momento) con la decisión de paralizar la modificaci­ón del callejero.

No es un caso baladí. Es un síntoma, uno más, de lo desnortada que está la izquierda de este país. Allí en Palma, aquí en Galicia y en el resto de España. Arrastrada, allá y acá, por la estrategia de postureo progre y sectarismo dogmático que dictan los fontaneros de La Moncloa. Hay casos como este de Baleares que pueden quedarse en el ámbito de la metafísica y otros en los que esa impúdica exhibición de indigencia intelectua­l amenaza además con provocar consecuenc­ias muy tangibles y directas en el bolsillo de todos los ciudadanos. El ejemplo más paradigmát­ico es la regulación del mercado del alquiler.

No, la imposición de precios máximos no es la solución. Nunca lo ha sido. Ni este ámbito ni en ninguno. Primero de economía. El establecim­iento de este tipo de límites reduce la oferta. Es una de las consecuenc­ias automática­s que provoca este tipo de política. Se está comproband­o en Berlín, donde un año después de decretar una medida de este tipo se ha constatado que el remedio es peor que la enfermedad —los pisos afectados por la regulación han caído un 60% y la media de personas que compiten por cada uno disponible ha pasado de 128 a 214—. Pero pasó también en Nueva York, en plena Segunda Guerra Mundial, o en la ciudad india de Mumbai a partir de 1947. Pese a ello la izquierda de este país persiste en el error. Y ese es otro síntoma de la deriva, cada vez más acentuada, de ese espacio político. Una deriva desnortada en la que la supercherí­a se impone a la razón y sus mitos caducados de una Arcadia feliz priman en su discurso sobre la tozuda realidad. Un sainete absurdo.

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