EN PRIMERA FILA
El presidente se ha abonado a leer sus discursos por ‘teleprompter’ para que los ciudadanos le vean como un gran orador
EL jefe del Gobierno lleva un año usando una chuleta de plasma cada vez que habla desde Moncloa. La usa ya más que el Falcon. Empezó a leer el ‘teleprompter’ –un aparato que proyecta el discurso delante de la cámara– en los días más negros de la pandemia, pero se ha quedado abonado a un instrumento que si Mariano Rajoy hubiera utilizado con esa asiduidad hubiera sido foco de memes durante meses.
El aparato en cuestión ofrece ventajas obvias: evita equivocaciones, titubeos o saltarse trozos del discurso. Más aún en el caso de un orador como Pedro Sánchez, al que le cuesta controlar la tensión corporal cuando improvisa. Mueve las manos de un lado a otro, se toquetea la chaqueta, menea los papeles o incluso el micrófono... lo que tenga a tiro. En cambio, colocado delante del proyector de discursos todo eso desaparece. El presidente se relaja, adopta porte de gran orador y ya solo tiene que concentrarse en leer y enfatizar las frases que quiere convertir en titulares. Y esto último, hay que reconocerlo, lo hace la mar de bien.
Rajoy también tenía un problema parecido, gestos faciales o el movimiento repetitivo de alguna de las piernas aparecían cuando acumulaba tensión. Pero no quería ‘teleprompter’. En sus siete años en el Gobierno lo usó un par de veces sueltas porque le importaba mucho más el contenido de lo que iba a decir que la escenificación y la telegenia. Prefería ofrecer una imagen auténtica, a riesgo de cometer fallos, a intentar aparentar que pronunciaba un discurso perfecto sin papeles cuando estaba haciendo justo lo contrario.
El tema económico es otra cuestión. El proyector de discursos es un instrumento caro –según el tamaño puede superar los 10.000 euros– y Moncloa no disponía de ninguno antes de que Sánchez se convirtiera en presidente. Con la tralla que el líder socialista le viene dando, imagino que a estas alturas le habrán comprado su propio aparato...
Fuera de España es común el uso de esta chuleta de plasma entre los políticos. Pero también los ciudadanos están acostumbrados a ello y detectan pronto cuándo el mandatario de turno está leyendo o cuándo está lanzando un discurso de cabeza. En nuestro país, en cambio, la mayoría de la población no sabe diferenciarlo –y no les digo ya las personas más mayores–, así que su uso de forma sistemática puede considerarse un engaño en potencia. ¿Realmente es necesario utilizar apuntador electrónico incluso para los previos de una rueda de prensa, como hizo Sánchez el martes pasado para anunciar el nuevo plan de vacunas? ¿es el tema que más importa a los ciudadanos españoles y no puede aprendérselo? ¿tanto miedo tiene a equivocarse? Ese priorizar constantemente la escenificación y la teatralización revela que no hay mucho detrás del telón. A este paso, como dice Javier Bernad, «es posible que nos sorprendan con un par de ‘teleprompters’ en el Congreso dentro de no mucho».