ABC (Galicia)

POSTALES

Estas elecciones guardan numerosas sorpresas. Pero no las que Moncloa esperaba

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«YA se acabó el alboroto y ahora empieza el tiroteo», podríamos decir, con Lorca, en este primer día de campaña electoral para conquistar Madrid, e incluso, ir más lejos, pues todos han salido de las trincheras con la bayoneta. Que el mismísimo presidente del Gobierno, pese a ser de los que envían a otro a recibir las tortas a él dirigidas, se haya unido a la batalla contra Isabel Díaz Ayuso indica el temor que le embarga, con buenas razones: la próxima baja puede ser él.

La inquietud se ha extendido a su amplio grupo de incondicio­nales, que ha calificado de ‘expertos’ más de una vez. Los embustes que han esparcido durante los últimos meses sobre todo tipo de asuntos –pandemia, la derecha dividida, vacunación masiva, luz al fondo del túnel, etc., etc.– le han dejado sin crédito alguno, y un simple eslogan de su rival, «comunismo o libertad», ha borrado todos los suyos. ¡Hay que ver cómo se han puesto cuando ni siquiera es del PP, sino de Lenin, al preguntarl­e Fernando de los Ríos en su visita a la recién creada Unión Soviética qué iban a hacer con ella. «¿Libertad? ¿Para qué?», fue la respuesta del mandatario ruso, que es la que daría hoy cualquier líder comunista, incluidos los nuestros. Ha pasado casi un siglo desde entonces, y el comunismo aún no ha encontrado una respuesta. Aunque, eso sí, se indignan si se les hace la pregunta.

Tampoco la han encontrado a otras cuestiones básicas. La igualdad, por ejemplo. Aunque se les llena a boca con ella, las diferencia­s entre personas y clases sociales es mayor en un régimen comunista que en uno capitalist­a de última generación. El comunismo sólo es capaz de igualar por lo bajo. De hecho, como explicó Djilas en su libro ‘La nueva clase’, sólo existen dos clases en él: el partido, cuyos dirigentes gozan de privilegio­s que ni siquiera tienen los potentados en una democracia, como usar divisas, y el resto, que usa moneda local, con la que pueden comprarse muy pocas cosas, Aunque posiblemen­te el gran fracaso comunista esté en la economía. La creación del ‘nuevo hombre soviético’, el estajanovi­sta, dispuesto a trabajar más de lo que le correspond­ía, fue una invención propagandi­sta del régimen. Al quitarle los incentivos de su trabajo, el sistema reduce la productivi­dad del conjunto. Todavía hoy la productivi­dad de la que fue Alemania Oriental (DDR) acusa ese lastre.

Aunque España no tuvo un régimen comunista, todo eso se sabe y va a pesar el 4 de mayo. Resulta significat­ivo que mientras las encuestas arrojan que la mayoría del voto que pierde Ciudadanos va a parar al PP, los que pierde el PSOE e incluso Podemos van a Vox, equilibran­do su retroceso. Estas elecciones guardan numerosas sorpresas. Pero no las que Moncloa esperaba.

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