ABC (Galicia)

AJUSTE DE CUENTAS

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donde el déficit de 2020 ha llegado al 10,97%. De hecho, a unas malas, podríamos estar en un auténtico bucle temporal. Hace diez años la banca española tenía problemas importante­s, varias cajas intervenid­as por el Estado, pero no se había producido la crisis de Bankia que obligó al rescate europeo de mediados de 2012. Hoy, todos nos encomendam­os para que la crisis pandémica no alcance al sistema financiero y se transforme en una cepa bancaria, peor y más duradera.

Otra vez la España de Sísifo está volviendo a empujar la piedra por la ladera, exponiendo nuestras vulnerabil­idades. De los tres problemas, el más complejo es el de las pensiones. El Gobierno de Sánchez, con la ayuda inestimabl­e de Rajoy y del PNV, desmanteló la reforma del PP que, es verdad, no había pasado por el Pacto de Toledo y tenía aspectos muy difíciles de asumir por la sociedad, como el hecho de que las pensiones podían perder hasta el 33% de su valor en 30 años.

Pero a cambio de no contar con la bendición del dichoso Pacto, que muchas veces no es más que una engañifa para no avanzar, el Gobierno de derechas consiguió excluir las pensiones de las conversaci­ones con la UE. Con Rajoy –y Guindos siempre se encarga de recordarlo–, se evitó entrar a discutir con ‘los hombres de negro’ sobre un recorte de pensiones. De hecho, si es cierto que el asunto está de nuevo sobre la mesa, Sánchez ya ha cedido un punto que Rajoy, haciéndose el despistado, nunca concedió.

Los otros dos asuntos dependen mucho del aspecto que tenga la salida de la actual crisis. Al Gobierno le cuesta asumir que España no renta los mismos impuestos que otros países y que para cerrar la brecha de los seis puntos de su discurso teórico quizá necesitemo­s pasar a otra fase histórica. El hecho es que, en los últimos diez años, el déficit público ha estado siete años por encima del 5% y solo en dos ocasiones por debajo del 3%.

En cuanto al mercado laboral, hemos vivido a cuenta de la reforma de Fátima Báñez, pero esta ya necesita una actualizac­ión. Curiosamen­te, la fase en que mejor ha ido el mercado laboral es en la etapa en que los abogados laboralist­as perdieron influencia y fueron sustituido­s en la dirección de la política laboral por economista­s que actuaban con datos en la mano. No es esa, precisamen­te, la escuela de Yolanda Díaz, pero no hay por qué negarse a mejorar. jmuller@abc.es

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