Lluvia de millones del presidente para fracturar a los republicanos
▶ Anuncia en el Congreso medidas públicas ya habituales en otros países desarrollados
Hace cuarenta años, en el discurso de su investidura, Ronald Reagan hizo una proclamación que ha marcado la política estadounidense en este tiempo: «El Gobierno no es la solución a nuestro problema; el Gobierno es el problema». Era el mes de enero de 1981 y entre quienes le escuchaban en la escalinata del Capitolio estaba Joe Biden, entonces senador por Delaware. El miércoles por la noche, en su primer discurso como presidente de EE.UU. en una sesión conjunta del Congreso, Biden ofreció una visión contraria: más Gobierno, más gasto, más impuestos.
Biden concurrió a las elecciones presidenciales con el marchamo de candidato moderado para sacar a EE.UU. de las turbulencias del ‘trumpismo’ y de la pesadilla de la pandemia del Covid-19. En el camino asumió muchas promesas electorales que hasta hace poco habían sido patrimonio solo de las corrientes más izquierdistas de los demócratas. En medio de la crisis sanitaria y económica del virus, de las protestas raciales del verano y de la agitación continua promovida por Trump, muchas pasaron desapercibidas para el gran público.
El político venerable y centrista está, sin embargo, dispuesto a cumplir muchas de ellas. Además de impulsar un nuevo rescate económico para el Covid de 1,9 billones de dólares, en un mes ha propuesto una lluvia de millones de las arcas públicas para transformar
EE.UU.: un plan de infraestructuras y empleo de 2,3 billones de dólares y otro de estado de bienestar de 1,8 billones. Más de cuatro billones de dólares en total en programas que se extienden durante diez años.
Reagan propuso un modelo de prosperidad basado en la iniciativa privada y en sacar al Gobierno de la vida de los estadounidenses. Biden cree que esa prosperidad no llegará a todos si no es con el impulso del Gobierno.
Su apuesta tiene cálculo político: convencer a una clase media que ha visto sus condiciones de vida deterioradas y fracturar al electorado republicano. «Mucha de la gente con la que yo crecí siente que no son tenidos en cuenta, que han sido olvidados y que la economía cambia con mucha rapidez», dijo para justificar su plan de infraestructura y empleo, que asegura que es un «marco para construir América desde la clase trabajadora».
Es una idea del guión que Donald Trump utilizó en 2016 para auparse al poder: un mensaje económico populista que convenció a muchos entre la clase media empobrecida y a la que no le convencían los mensajes identitarios de los demócratas.
En su discurso, Biden no dejó de mencionar asuntos que forman parte de la agenda demócrata: derechos ‘trans’, igualdad de género, tensiones raciales, reforma policial…
Pero puso el acento en asuntos socioeconómicos: creación de empleo, salario mínimo de 15 dólares la hora, educación preinfantil gratuita, baja médica y por maternidad, dos años de universidad gratis, ampliación de la cobertura médica, deducciones fiscales por hijos… Biden los vendió no como asuntos ideológicos, sino de sentido común. Muchos de estos beneficios son habituales en la mayoría de economías desarrolladas, y en EE.UU. se les niega a la clase media.
En aspectos más ideológicos y abstractos, los presentó como mejoras directas a su vida. Un buen ejemplo de ellos es el cambio climático, prioridad para el sector izquierdista del partido, pero no para muchos entre la clase media. Para él, la lucha contra el cambio climático es «crear empleos» y que las tecnologías innovadoras se fabriquen «en Pittsburgh, no en Pekín».
Impuestos a los pudientes
La factura, además, no la pagarán ellos, sino los que más tienen. Biden propone subir impuestos a las empresas, a ganancias de capital y a individuos con ingresos superiores a 400.000 dólares al año. El aroma populista de su propuesta fiscal es innegable, pero puede que funcione. Ayer, horas después de su discurso, se conocía que la economía estadounidense creció en el último trimestre a una tasa anualizada del 6,4% y el índice bursátil Nasdaq batió un nuevo récord.
Los republicanos se oponen con rotundidad a estos planes de más gasto y más impuestos, y las mayorías demócratas en el Congreso son probablemente insuficientes para ejecutarlos. La apuesta de Biden es que sus planes sean populares, atraviesen la maraña de la pelea política y que una camarera de California o un soldador de Ohio se pregunten: «¿Por qué no tengo yo baja médica?».
Biden se plantea mejorar la anticuada red de comunicaciones de EE.UU., desde puentes a vías ferroviarias.