Choques armados por el acceso al agua entre Tayikistán y Kirguistán
▶ Los enfrentamientos entre guardafronteras dejan casi medio centenar de muertos
Esta semana el Parlamento Europeo ha ratificado el acuerdo de cooperación y comercio con el Reino Unido. Podía pensarse que se cierra así cuatro años de negociaciones. La venerable democracia es ya un antiguo Estado miembro, una categoría nueva, sin significado hasta ahora. El Gobierno de Boris Johnson ha logrado salir del laberinto y firmar un tratado de retirada y un pacto para regular las relaciones económicas con la Unión. Pero la ilusión de haber izado el puente no es más que eso, una metáfora sin mucho contenido real ante las exigencias de seguir gestionando una interdependencia muy profunda. Londres ha elegido un modelo de ruptura y de conexión minimalista con Bruselas que lleva a una inestabilidad crónica. Se podría resumir diciendo que «en un Brexit semi-duro, todo son flecos».
De este modo, las normas aplicables a Irlanda del Norte, garantes de la libertad de mercancías en toda la isla, son rechazadas por los propios conservadores que las impulsaron, en claro desafío al derecho internacional. Los ‘tories’, convertidos en nacionalistas ingleses, también denuncian las nuevas barreras al comercio con la Unión, sin admitir que es la consecuencia lógica de haber elegido estar fuera del mercado interior. El 80% de la economía británica son servicios, pero no se han incluido con la UE en el acuerdo recién ratificado. En 2021 Bruselas y Londres buscarán un pacto sobre la protección de datos y tratarán caso por caso la equivalencia de servicios financieros. En este último capítulo, los representantes comunitarios tienen pocos incentivos para facilitar las cosas y favorecer a una devaluada City de Londres sobre plazas europeas como Amsterdam o Frankfurt. El acuerdo sobre Gibraltar entre la UE y el Reino Unido está pendiente, así como la cooperación en seguridad y defensa o en ciencia y universidades. El Brexit debilita la unión de los viejos reinos y el futuro de Escocia se ve con preocupación en las capitales europeas contrarias a los experimentos independentistas. En Bruselas hay un cierto alivio tras la salida del Reino Unido. El reto sigue siendo establecer una relación constructiva y no solo gestionar los innumerables flecos.
Quedan pendientes un acuerdo sobre Gibraltar, así como cooperación en seguridad y defensa
Al menos 41 muertos, 31 del lado kirguís y 10 del tayiko, y más de 200 heridos es el balance provisional del choque armado que estalló el pasado jueves por la tarde entre fuerzas guardafronteras de Tayikistán y Kirguistán. El conflicto, cuyo origen se debe a los continuos forcejeos de la población local por el acceso a los recursos hídricos, empezó a fraguarse en la víspera por los civiles kirguises, cuando las fuerzas tayikas comenzaron a instalar cámaras de vigilancia en la línea fronteriza.
Sin embargo, no ha habido forma de averiguar todavía de quién partió la iniciativa de abrir fuego. Las dos partes contendientes se acusan mutuamente de comenzar el tiroteo y hay hasta quien sostiene que los primeros disparos fueron efectuados por civiles armados.
Sea como fuere, la refriega entre los dos países comenzó a primera hora de la tarde en la planta de distribución de agua en el curso superior del río Isfara (Ak-Suu), que alimenta un embalse situado en el lado kirguís de la frontera y se encuentra muy cerca de la localidad tayika de Voruj.
Ambos países consideran que esa franja de territorio es suya y lo cierto es que no existe todavía un acuerdo oficial de demarcación de la frontera. Durante los choques, que duraron varias horas, se emplearon armas automáticas y lanzagranadas.
El puesto fronterizo kirguís de Dustuk quedó destruido por el incendio que provocó un proyectil. Las autoridades de Kirguistán decidieron establecer el estado de emergencia en la región de Batkén y evacuaron a los habitantes de varias de sus aldeas. Mientras, el Ejército tayiko empezó a enviar tanques.
La situación se calmó después de que los jefes de Gobierno de los dos países, Ulukbek Marípov y Kojir Rasulzoda, se reunieran y optaran por dar prioridad a las negociaciones como forma de solventar la disputa. Acordaron un alto el fuego y retirar sus respectivas tropas. Ayer los presidentes tayiko, Emomali Rajmón, y el kirguís, Sadir Zhapárov, mantuvieron una conversación telefónica para reducir la tensión y convinieron mantener una cumbre en Dushanbé, la capital de Tayikistán, en la segunda quincena de mayo.
Una niña entre las víctimas
No es la primera vez que se producen enfrentamientos en esa zona fronteriza, aunque esta vez sí han sido los más violentos. La lucha por el agua y el hecho de que la frontera no esté delimitada en todo su trazado son las causas que provocan las tensiones. Entre los civiles fallecidos del lado kirguís hay una niña de 12 años, factor que puede atizar aún más la indignación hacia el país vecino.
Desde Moscú, los analistas alertan de que una guerra entre Kirguistán y Tayikistán, en la proximidad inmediata de Afganistán, podría atraer a grupos islamistas y supondría una seria amenaza de seguridad, no sólo para los países del Asia Central exsoviética, sino incluso para la propia Rusia.
Desde el Kremlin, el portavoz de la Presidencia rusa, Dmitri Peskov, ha expresado el deseo de que la situación «se estabilice lo antes posible». Según sus palabras, Rusia «va a seguir de cerca los acontecimientos».