La burbuja madrileña de Nadal
▶ Pasada la prueba PCR, el balear ya trabaja en la Caja Mágica para adaptarse a la altura
Después de unos días grises y lluviosos en Madrid, por fin sol en la Caja Mágica, encendida ya con todo el público posible por pandemia con el comienzo del torneo en el circuito femenino e ilusionada porque ya está por aquí Rafael Nadal. Aterrizó el jueves y tocó tierra batida por primera vez en La Finca, a la espera de que el resultado de la PCR fuera negativo y pudiera entrar en el modo burbuja obligatorio del Mutua Madrid Open, en el hotel reservado por la organización.
Tras la paliza que se dio, sobre todo en la final contra Stefanos Tsitsipas, para ganar su duodécimo título en el Conde de Godó, se tomó unos días de descanso y ayer, a las once de la mañana, y ya con el negativo de la prueba como primer paso dado, puso su cuerpo a trabajar. Tuvo programada doble sesión, con dos horas en la pista 13 de la Caja Mágica, con Carlos Moyá en la esquina, Jaume Munar como primer rival de entrenamientos y ya bastantes aficionados intentando cazar una foto del ídolo. También tuvo unos momentos para conversar con su tío Toni Nadal, que sigue ahora los movimientos y el progreso de Felix AugerAliassime. Y tenía prevista otra sesión de tenis por la tarde.
Apura las últimas horas para alistar cuerpo y cabeza a las condiciones de Madrid, con el sexto entorchado en mente. Para ello, hoy y mañana repetirá menú doble de entrenamientos. Y el domingo, además, atenderá a los medios, con posible puesta de largo en el Estadio Manolo Santana el miércoles. Ya ayer, deslizó muchas de las motivaciones que lo llevan a luchar por un sexto mordisco en la Caja Mágica. En una conversación con Feliciano López, director del Mutua Madrid Open, el balear recordó algunos buenos momentos y su ilusión de siempre por este torneo en casa.
Su primera incursión, en 2005 –aquella final a cinco mangas contra Ivan Ljubicic con remontada y sobre superficie dura–, casi le cuesta el futuro. «El partido me costó unos cuantos meses de carrera deportiva. Me rompí el pie pero valió la pena la emoción que viví, eso lo hizo imposible de olvidar. Al día siguiente me levanté cojo, no podía ni andar. El público estaba muy cerca, al estar cubierto todo