ABC (Galicia)

Ambiciosa, simpática pero no empática y calculador­a. Así describen a la reina consorte en una nueva biografía

- GEMA CONTY MADRID

Máxima Zorreguiet­a Cerruti jugaba de pequeña a las princesas y acabó convirtién­dose en una. Siempre tuvo claro su futuro, ya que casi desde la cuna fue instruida por sus padres, María del Carmen Cerruti y Jorge Zorreguiet­a –sobre todo por este último–, para llegar a lo más alto y casarse con un hombre de bien. Pero el destino le tenía preparado algo mucho más grande que no podía llegar ni a imaginar, como si de un cuento se tratara. O como si uno de esos juegos con los que se divertía de pequeña se hubiera hecho realidad. Esta argentina nacida en el seno de una familia de clase media acomodada acabaría siendo la mujer del Rey Guillermo Alejandro de los Países Bajos.

De cómo llegó a ser princesa, y reina consorte en 2013, habla su nueva biografía no autorizada: ‘Máxima, la construcci­ón de una reina’ (Penguin Random House), que saldrá a la venta este fin de semana. Rodolfo Vera Calderón y Paula Galloni hacen una radiografí­a desde su infancia y juventud hasta el día de hoy, desmitific­ando la imagen de vida perfecta que muestra en los pocos posados que hace ante los medios y desvelando su otra cara: la de una mujer de carne y hueso que se construyó a sí misma. «No todos pueden estar en sus zapatos ni ser un miembro sénior de la realeza. Ya se vio con Meghan Markle que no aguantó. En el caso de Máxima fue mucho trabajo de obrero, no heredó nada», cuentan sus autores a ABC.

La describen como una mujer ambiciosa, simpática pero no empática y calculador­a, además de una madre muy protectora con sus tres hijas: Amalia, Alejandra y Ariadna de los Países Bajos. Una reina consorte recelosa de su intimidad y de la de su familia que siempre ha intentando que su pasado permanecie­ra oculto. «No pensamos que este libro vaya a gustarle. No son historias malas, pero tiene más prejuicios que los que puede llegar a tener el resto», reconocen. Por cómo se comporta su círculo y por los problemas que tuvieron para hacer hablar a sus fuentes, «pareciera que tuviera algo que esconder». De hecho, no concede entrevista­s desde que entró a formar parte de la Familia Real, salvo a la televisión pública del país.

Un pacto tácito

Este hermetismo se extiende a la Casa Real neerlandes­a. Su suegra, Beatriz de los Países Bajos, tiene un pacto tácito desde hace muchos años con la prensa para blindar a su heredero, que solo hace dos posados al año acompañado de su familia. El resto del tiempo no se les molesta. «Es un tema que, como periodista­s, nos sorprendió mucho: la censura que les rodea tanto a ella como al resto de la Casa Real. Su vida es aparentar que está todo bien y después déjenme vivir como una persona normal», aseguran Calderón y Galloni. El problema es que no son normales y si uno no se ciñe a las normas prestablec­idas es «más que probable que te pongan en la lista negra».

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GTRES Guillermo Alejandro junto a su esposa

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