La pandemia y roces internos condujeron a la salida de Cummings de la sede del Gobierno
Pese a su diferencia de caracteres, la relación entre los dos produjo una sinergia perfecta
De hecho, la mala relación entre ambos habría sido una de las causas de la salida definitiva del asesor en noviembre, cuando se le vio abandonando Downing Street con sus enseres en cajas de cartón, tras una escalada de tensión que duró meses. Pero esa imagen no era el punto final de una relación íntima que acabó mal, porque el llamado ‘arquitecto del Brexit’, casado con la periodista Mary Wakefield, editora de la revista ‘The Spectator’, donde también trabajó Johnson, al parecer tiene mucho que decir tras su paso por las esferas más altas del poder británico.
Comparaciones odiosas
«Llamarles amigos es quizá un poco exagerado», le confiesa a ABC una fuente que trabajó con ambos, que se limitó a añadir que «se entendían perfectamente y cada uno ayudaba al otro». Así que lo suyo era, como se dice en inglés, un ‘win-win’, una relación en la que todos ganan. El exalcalde de Londres es un hombre que arrasa en todos los eventos y en todos los lugares que visita, haciendo gala de su innegable don de gentes y de un carisma arrollador que durante sus alocuciones acaba por seducir hasta a sus detractores. Incluso parece que Johnson responde a las preguntas que en realidad está esquivando, y aún así sus fieles le ríen las gracias y las ambigüedades.
Quienes se apresuran a compararlo con el expresidente estadounidense Donald Trump no toman en cuenta que tal paridad no es posible, ya que detrás de ese encantador de serpientes rubio, despeinado y extrovertido hay un periodista formado en los colegios y universidades más elitistas del Reino Unido. Con este perfil, no es de extrañar que encontrara el equilibrio en un compañero que, salvo por la inteligencia y la exquisita formación, es todo lo contrario a él, y no solo porque es calvo.
Cummings, fanático de Rusia y de su cultura –habla perfectamente el idioma ruso y es un ávido lector de novelistas como Dostoievski– prefiere disfrutar del poder entre bambalinas, mantener un perfil bajo, y dejar la huella de sus ideas políticas en la agenda del gobierno sin llamar la atención. Al menos, de cara al público. Porque dentro, él y sus ayudantes han sido acusados de ser agresivos y polemistas, de ahí el poco aprecio que cultivaron entre muchos miembros del Partido Conservador, del que él nunca formó parte. En su conocido blog, en el que no deja títere sin cabeza, califica a los