La victoria de Ayuso deja un rastro de víctimas políticas en PSOE, Podemos y Cs
▶Veintiséis años de triunfos del PP han creado un clima de derrota que la actual presidenta de la Comunidad de Madrid ha sabido aprovechar
Ironías de la vida, Pablo Iglesias eligió para su final político la misma cicuta con la que hace tres años esperaba ver el último adiós del que un día fue su inseparable amigo. «Íñigo va a morir a Madrid», era la valoración que hacía de la candidatura de Errejón entre su círculo de confianza. El hoy líder de Más Madrid lo sabía y buscó un antídoto que diera sentido de continuidad a la que era una inevitable derrota creando una nuevo partido.
La Asamblea de Madrid es ese veneno con el que llevan cayendo políticamente los candidatos de la izquierda desde hace 26 años. El pasado 4 de mayo llevaba el nombre de Isabel Díaz Ayuso. «Pablo necesitaba salir ya de la política. Madrid era una oportunidad como no iba a haber otra en tiempo», explica uno de sus colaboradores.
No deja de ser contradictorio que Iglesias acabara regalando su cabeza política a la dirigente popular que más animadversión le generaba, hinchando con ello una figura con la que había querido acabar. «Nunca pensó que podía ganar a Ayuso, pero sí creía que podía movilizar a la izquierda y crear una oportunidad para sumar en Madrid, como su última contribución antes de irse», comenta. Pero fue todo lo
Alejado de la realidad
Iglesias nunca pensó que ganaría a la presidenta madrileña, pero sí que movilizaría a la izquierda contrario. Al presentarse como alternativa a Díaz Ayuso lo que consiguió fue movilizar a la derecha y concentar el voto en el PP hasta un nivel nunca visto en unas autonómicas de la región. «Se dio cuenta cuando ya no había remedio».
La presidenta madrileña pasa a la historia por cobrarse la pieza que más ha alterado el panorama político de los últimos años. Una cabeza que no lograron ni Mariano Rajoy ni Pedro Sánchez por mucho que lo intentaron. Y esta circunstancia acompañará a la figura de Díaz Ayuso tanto o más que su número de votos que, aunque histórico, siempre puede ser sobrepasado en el futuro. El fin político de Iglesias, en cambio, es inmutable aunque quienes le conocen bien creen «que no se irá del todo». «Seguirá manejando muchas cosas desde atrás y en la sombra, que es donde quiere estar», vaticinan. No obstante, habrá que verlo. «Lo de Yolanda Díaz es un dedazo a una persona que no es ni siquiera del partido y aún tiene que consumarse», apunta una dirigente podemita dejando ver que quizás la mayoría pero no todos están de acuerdo con la decisión.
De momento, el partido queda en manos de su pareja, Irene Montero,