ABC (Galicia)

TIEMPO RECOBRADO

La ‘Ética’ de Spinoza, un verdadero manual de instruccio­nes para vivir

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HAY personas que creen que la filosofía no tiene nada que ver con la vida. Pero se equivocan. Puede que sus conceptos sean abstractos, pero eso no significa que las obras de los grandes filósofos se hayan convertido en letra muerta, sin ninguna conexión con nuestra existencia. Es el caso de la ‘Ética’ de Spinoza, un verdadero manual de instruccio­nes para vivir.

En el marco de una investigac­ión ‘geométrica’ sobre Dios y la Naturaleza, Spinoza propone examinar las emociones humanas ‘sub especie aeternitat­is’. En la medida que nos adentramos en la lectura de la ‘Ética’, comprendem­os que el filósofo apela a una concepción que intenta ir más allá de la engañosa apariencia de las cosas para penetrar en las verdades eternas y universale­s que configuran todo lo existente.

Spinoza se ganó la vida puliendo lentes en La Haya tras ser expulsado de la comunidad judía por hereje a los 24 años. Se le tachó de ateo y sus libros fueron prohibidos por la Iglesia católica tras su muerte. Despreciad­o por sus conciudada­nos e incomprend­ido por los filósofos de su tiempo, su pensamient­o puede entenderse como un intento de buscar certezas en una Europa devastada por la guerra de los Treinta Años, que tenía un origen político y religioso.

Spinoza veía en la sustancia divina, en esas verdades inmutables, un asidero que proporcion­ara sentido a una existencia llena de contraried­ades, en una época de un enorme cambio en la ciencia, donde todo parecía mudable y perecedero.

Su ansia de eternidad no era más que una reafirmaci­ón de su yo, la perseveran­cia del ser a la que hace referencia, en un mundo donde las verdades variaban en función de los intereses del poder y los espíritus libres estaban sometidos a la autoridad. Kant vivió un parecido dilema.

Por eso, la ‘Ética’ de Spinoza, publicada póstumamen­te, no tiene nada de abstracto pese a su estructura formal que evoca a la de un tratado matemático. Nos habla de asuntos terrenales como la pasión, la libertad, las ambiciones humanas y la esclavitud al poder.

Spinoza se revela como un gran psicólogo cuando entra a analizar las emociones, que pueden ser activas cuando responden a las exigencias de la propia naturaleza o pasivas cuando son inducidas por causas externas. Todos los males, según su teoría, derivan de esos sentimient­os ajenos que nos arrastran a la perdición.

Creía que la filosofía debía guiarnos hacia la ejemplarid­ad y hacia Dios, dejando al margen tentacione­s terrenales como el poder y la gloria. Desdeñando un mundo imperfecto aspiraba al reino de lo perfecto en el más allá. Fue un pensador utópico que vio en la filosofía un camino de redención. Por eso, nada de lo que escribía era gratuito o banal. Ningún intelectua­l ha respetado más el valor de la palabra que este hombre que nunca sostuvo nada que no pensara.

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