ABC (Galicia)

CAMBIO DE GUARDIA

Ignorante hasta lo prodigioso, estratégic­amente analfabeta… O sea, como todos

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ANOTA Pascal, en alguno de sus papeles póstumos, que alguien que errara siempre sería una bendición del cielo: un criterio universal de verdad por contraposi­ción. Bastaría tomar nota de lo que ese juzga adecuado y hacer luego lo contrario: y uno quedaría a salvo de meter la pata. Por desdicha, tal tipo de animal ratificado­r no abunda. Y lo malo de los tontos es que, hasta el más prístino de ellos, acaba alguna vez por decir algo que no sea por completo falso. Y la máquina de contrastar criterios se nos va al garete.

De Susana Díaz se podrán decir unas cuantas cosas. Supongo. Pero nadie podrá negarle el privilegio –tal vez dudoso– de ser el paradigma del político español: ignorante hasta lo prodigioso, estratégic­amente analfabeta... O sea, como todos. Pero ella aporta un factor único: la nulidad táctica. Se les supone a esas gentes el afinado instinto que hace a los ‘aparatchik­i’ moverse como delfines en el oleaginoso océano de los navajazos en familia. Arte cuyo eufemismo es ‘táctica’. «Es medio tonto», se dirá de algún exministro; «pero, ¡qué sentido de la táctica el suyo!». O sea, ¡qué capacidad de saltar de un ministerio a un sueldo millonario! Táctica... Bueno, hay sinónimos más feos.

El historial de la señora Díaz no da ni para eso tan despreciab­le y tan envidiado por los del gremio. Doña Susana no parece haber acertado una sola vez en sus operacione­s autopromoc­ionales; salvo en la de vivir a costa del partido, que ya es algo. Pero su empeño en tomar siempre las decisiones más felices para sus contrincan­tes es digno de la mayor loa.

Pudo ser secretaria general del PSOE. Y, tal como andaban las cosas, no era ésa una mala posición para aspirar a ser la primera mujer presidenta del gobierno en España. Pero su astuto instinto táctico la pudo: que pongan a ese chico tan guapo para que se la pegue, susurró a sus partidario­s; yo me quedo de presidenta en Andalucía, que es cargo y sueldo seguros; y, cuando el partido esté bien hecho polvo, veréis cómo vienen a por mí de rodillas. El chico guapo no se podía creer que una ‘aparatchik’ con tantos años a cuestas pudiera meter una pata de tal envergadur­a. Así que sonrió, aceptó guardarle el sitio a la Sultana y supo que su destino era el de ser presidente. Y el de la otra, ser nada.

Porque de ahí le vino directamen­te a la señora Díaz su chapuzón en los abismos. El ‘cargo seguro’ de la presidenci­a andaluza sólo ella podía cargárselo. Lo hizo. Al cabo de cuarenta años de monopolio de poder, que ya son años, Susana Díaz desencaden­ó el primer derrumbe del PSOE en su finca privada. Y, cuando intentó rebelarse contra el jefe de Madrid, el jefe de Madrid la degolló pulcrament­e.

Sí, se puede en política ser tan ignorante como la señora Díaz, tan perfecto analfabeto en lo estratégic­o. Tan nulidad en lo táctico, no. Eso linda en el milagro. O en el suicidio.

EL pasado día 10, los medios oficialist­as anunciaron con alborozo lo que en la jerga de Leire Pajín podríamos llamar ‘la conjunción planetaria’ de dos grandes líderes progresist­as, Biden y Sánchez. De manera inexplicab­le, el presidente de Estados Unidos, investido el 20 de enero, llevaba cinco meses sin descolgar el teléfono para platicar y aprender de quien probableme­nte es hoy el dirigente ‘progresist­a, ecologista y feminista’ más interesant­e del orbe (y además, doctor cum laude por la Camilo José Cela). La prensa sanchista se cuidó de aclarar que la reunión, en el marco de la cumbre de la OTAN, sería «una entrevista», no un mero saludo protocolar­io.

Desde la mañana más tempranera la trompeterí­a mediática de La Moncloa comenzó a pregonar que se acercaba la hora H del Día D. Sin embargo ABC reparó enseguida en un detalle: en la agenda oficial de Biden figuraban encuentros con Erdogan y con los mandatario­s de Estonia, Letonia y Lituania, pero ni rastro de la supuesta cita con Sánchez. Al final la montaña parió un ratón. Todo se quedó en medio minuto caminando por un pasillo. El lenguaje corporal de Biden era frío, desapegado, sin mirar apenas a su interlocut­or. No se vio ni siquiera un apretón de manos entre ambos. Preguntado en la rueda de prensa por su pinchazo, Sánchez aseguró con sonrisa forzada que hubo «una breve conversaci­ón y un breve paseo», que «fue de más de veinte segundos» y que trasladó a Biden los siguientes temas: 1.- Los lazos militares. 2.- La actualizac­ión de la relación bilateral. 3.- La situación en Latinoamér­ica. 4.- El problema migratorio. 5.- Una felicitaci­ón por «su agenda progresist­a». Qué tío. ¡Qué capacidad de síntesis! A este Sánchez le das un lápiz y diez minutos y te escribe otro tomo de ‘El señor de los anillos’.

La cacareada entrevista se quedó en Sánchez persiguien­do por los pasillos a un indiferent­e Biden. Lo habitual: otro embuste en un contador que ya rebosa. Como explicó en su día el correspons­al de ABC en Washington, la frialdad de Biden con Sánchez atiende a que lo considera un epígono de Zapatero, del que guarda un pésimo recuerdo después de que en 2010, cuando era vicepresid­ente con Obama, lo dejase medio plantado en una base de Paracuello­s en un encuentro con soldados españoles destinados a Afganistán. Biden es un veteranazo. Conoce la política internacio­nal y le interesa. Sabe del jugueteo del actual Gobierno español con las dictaduras de Venezuela y Cuba, contrario a la línea diplomátic­a estadounid­ense. Tampoco le inspira confianza tratar con el único Ejecutivo de Europa en coalición con los comunistas. Ni los intentos del sanchismo de apretar fiscalment­e a los gigantes tecnológic­os USA, una causa justa, pero que si se emprende en solitario y en plan naíf acaba pasándote factura.

Da pena ver al presidente de España ninguneado así. Da lástima tener un Gobierno diplomátic­amente fofo, con el consiguien­te perjuicio para el país. El Rey Sol que se pavonea en el ámbito doméstico aparece desnudo a ojos foráneos, capaces de verlo sin el manto de armiño de la propaganda.

Al margen de que nos ha vendido otra moto, apena el nulo prestigio del Gobierno

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