En un contexto de desobediencia por el desafío independentista, el Rey recogió la distinción como «un abrazo» que representa «el sentir de los andaluces»
del modelo territorial vuelve a cimbrearse por los nacionalismos periféricos.
«El vínculo emocional entre esta tierra [Andalucía] y la Monarquía, forjado durante siglos, se refuerza aún más en nuestros días al compartir ambas, firmemente, los principios y los valores consagrados en la Constitución, que hacen posible nuestra convivencia democrática en libertad», expresó nada más tomar la palabra.
El jefe del Estado llamó a aparcar las diferencias y a remar juntos para remontar «los grandes desafíos en estos tiempos de extraordinaria dificultad que nos ponen a prueba como sociedad». «El pasado, el presente y el futuro de Andalucía son, pues, el pasado, el presente y el futuro de España». Habló de una Andalucía «integradora, de diálogo, de encuentro y de regeneración», que ha ofrecido una brújula en esta travesía desde las «exploraciones heroicas» a América hasta su más reciente historia, «enriquecida por una personalidad desbordante y por un carácter singular que utiliza como vela, y no como ancla».
Lo escuchaban con atención, en las primeras filas, la vicepresidenta primera del Gobierno, Carmen Calvo; el alcalde de Sevilla, Juan Espadas –el más felicitado tras ganar en las primarias del PSOE-A–; la presidenta del Parlamento andaluz, Marta Bosquet; consejeros; alcaldes de las demás capitales, y autoridades y representantes de la sociedad civil y el estamento militar.