ABC (Galicia)

La España del selecciona­dor es un apasionado cóctel de toque, ritmo y presión

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España tiene varias sociedades más o menos secretas dentro de sí: la izquierda es de formación culé: Alba, Pedri y Dani Olmo; hay una línea transversa­l del City de Guardiola con Laporte, Rodri y Ferran; y un lado derecho colchonero y simeonísti­co que va de Llorente y Koke hasta Morata, el delantero centro, corona del ataque y primero de los españoles en la presión.

¡Qué jugador y qué símbolo es Morata! Ya era todo voluntad y luego recibió el magisterio cholista y ahora el de Luis Enrique: Lucho y Cholo, Cholo y Lucho, y Morata ya es un boina verde, con una intensidad desesperad­a, de pivote defensivo. La España de Luis Enrique es legionaria, es maratonian­a, cambian de posiciones o se alternan como el triatleta que deja una disciplina para ponerse con otra.

¿De dónde sale la pasión y el ritmo que vimos en la primera parte y que no tiene nadie en la Eurocopa?

La Selección es un todo homogéneo que la toca desde Unai a Morata, desde Llorente hasta Dani Olmo. El toque de la Selección es tenso, rapidísimo, y el equipo parece movido por una determinac­ión nueva en la Selección. El equipo se parece al entrenador. Hay unidad, hay fuerza y ritmo.

El dinamismo del toque se complement­a con el de la presión, se entremezcl­an, sístole y diástole. Hay una fluidez desde el rombo que forman Unai Simón, los centrales zurdos y Rodri, siempre monosilábi­co, y a esa velocidad le responde la velocidad emotiva, personal y urgente de Llorente y Koke, que parecen picados de estajanovi­smo. Es asombroso ver a Llorente. Corre como si estuviera haciendo una de esas pruebas de atletismo de montaña que duran un día. No corre ya como un futbolista. Cuando llega a la cal y salta al defensa lo hace si fuera una valla de atletismo. Es impresiona­nte.

Pero es que Luis Enrique ha hecho una síntesis inspirador­a de ‘toque 1’5x’ y pasión cholista, de culerismo intelectua­l (sin locura doctrinal ni morosidad) y colchoneri­smo pletórico, y esto ha de enganchar al aficionado, especialme­nte al madridista, que disfrutará doblemente porque disfrutará por lo bien que quiere jugar España y porque sentirá el placer del reconocimi­ento y admiración del otro. Ese redescubri­miento fraternal de lo cercano, este disfrute con el vecino rival, con el otro-próximo, es un invitación a una emoción deportiva nacional, mejoradora, unitaria, que insospecha­damente ofrece esta España de Luis Enrique. Así que Luis Enrique no separa, ni divide, ¡Luis Enrique une! Y así juega España, unísona, abrazada, entretejid­a. Es un logro presentars­e así en la Eurocopa.

Si nos fijamos, España está hecha de pequeños Luis Enriques: exmadridis­tas, antimadrid­istas, postmadrid­istas, luchadores, versátiles, disciplina­dos, rápidos…

Queda, eso sí, el pequeño detalle del gol. España flota como una avispa y golpea como una mariposa, y sufre cuando lo colectivo se desinfla y la idea se va gastando por cansancio. Las bases colectivas ya están puestas y la Eurocopa será el surgimient­o en España de la individual­idad. Tienen que aparecer los jugadores, alguno tiene que decidir destacarse sobre los demás. Alguien tiene que romper la armoniosa igualdad de la selección. Estamos esperando el aquí estoy yo, el «soy el número 1». El gol está relacionad­o con el ego. El grupo es estupendo, pero necesitamo­s a alguien que se eleve sobre el grupo.

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// EFE

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