EN FRANCIA HAY ENTRE 100.000 Y 150.000 SURVIVALISTAS, Y ENTRE ELLOS HA EMPEZADO A CRECER UNA RAMA ULTRAPOLITIZADA Y RACISTA
como lo conocemos. Y la cosa puede derivar peligrosamente. Hay survivalistas tipo Rambo convencidos de que hay que estar preparados para luchar hasta el fin. Estos son los más peligrosos».
Entre los survivalistas pacíficos y moderadamente apocalípticos se teme el carácter fatal de los riesgos del hundimiento de nuestra civilización. Y trabajan con normas muy estrictas. Denis Tribaudeau, por ejemplo, ha organizado más de 900 cursillos de supervivencia en Burdeos, Aviñón, el País Vasco francés, Portugal, Marruecos, Canadá y Finlandia, dirigiendo un centro de actividades y cursillos survivalistas, donde trabajan regularmente una veintena de hombres y mujeres dando clases de agricultura biológica conservacionista, adaptación a la naturaleza salvaje, defensa personal, artes marciales, escalada, socorrismo y primeros auxilios, entre otras actividades, para sobrevivir en un medio hostil, afrontando desafíos y amenazas ecológicas, raciales e incluso militares.
Denis Tribaudeau y su equipo tienen unos 1.300 clientes al año, pero él y sus colaboradores rechazan toda tentación extremista: «Nosotros estamos contra todo tipo de violencias. Nuestros clientes, convencidos de lo bien fundado del survivalismo, son hombres y mujeres que desean ir más lejos ante los desafíos que debe afrontar nuestra sociedad. Debemos estar preparados para pruebas extremas. En nuestros cursillos de survivalismo no se amenaza a nadie ni se pone a nadie en peligro».
En el otro extremo del survivalismo están las tendencias radicales que coquetean con la violencia, ya sean individualistas o formando grupos en la frontera de la ilegalidad más absoluta. Mathieu Burgalassi, antropólogo, describe con inquietud el comportamiento inquietante del survivalismo radical ascendente: «Según los survivalistas de extrema derecha, los más visibles, nuestras sociedades del bienestar están amenazadas por penurias alimenti