Biden fracasa en una de sus promesas más ambiciosas al perder apoyos republicanos
▶ La nueva ley electoral queda bloqueada en el Senado en un triunfo para el ala trumpista Un pequeño grupo de demócratas centristas empieza a distanciarse del presidente
La primera gran promesa de Joe Biden como presidente, la de unir al país, se le está resistiendo. Ayer, los republicanos abocaron al fracaso el gran proyecto demócrata de actualizar las leyes electorales para facilitar el voto y despejar los fantasmas de las acusaciones de fraude electoral de Donald Trump y sus acólitos. Incluso en sus propias filas encontró el hoy presidente oposición, con el distanciamiento de dos senadores centristas, Joe Manchin, de Virginia Occidental, y Kyrsten Sinema, de Arizona, que se oponen a reformular las reglas del Senado para que una mayoría simple baste para aprobar leyes.
En realidad, y aunque ya no se le vea en Washington, la derrota de la nueva ley electoral fue una victoria de Trump, quien lleva desde que perdió las elecciones denunciando que es víctima de un gran fraude. Instigados por él, los republicanos en estados como Georgia, Arizona y Florida han ido aprobando leyes que restringen notablemente el voto, con el objetivo manifiesto de que haya más controles sobre el ejercicio de ese derecho y que según los demócratas perjudicarán a las minorías, las que suelen votar a la izquierda.
El propio presidente Biden ha calificado esas reformas republicanas de «un nuevo Jim Crow», unas leyes que aseguraban la segregación racial en el sur del país. Por eso, los demócratas han elaborado una ley gigantesca, de 900 folios, bautizada como ‘Ley para el pueblo’, que contiene una serie de reformas para facilitar el acceso al voto y asegurarse de que los obstáculos diseñados por el ala trumpista del Partido Republicano fracasan.
Pero Biden necesitaba ayer 60 votos de los 100 del Senado, para que esa ley fuera sometida a votación, y los demócratas sólo tienen 50 escaños más el de la vicepresidenta, Kamala Harris. Y ni siquiera todos esos: Manchin, el senador demócrata de Virginia Occidental, estuvo maquinando hasta el final para convencer a los republicanos de que pactaran con él una versión alternativa y descafeinada de esa ley electoral. Entre reunión y reunión, incluidas varias con el mismísimo presidente Biden, el senador Manchin se ha convertido en la bestia negra de su partido, el típico verso suelto que osa tender puentes. La Cámara de Representantes aprobó la ley en 2019 con los votos de los demócratas.
Ante este fracaso, no son pocos los demócratas que quieren ahora acabar con la norma que requiere que haya 60 votos para someter una ley a votación, algo que se conoce como filibusterismo, y que antes se practicaba con larguísimos discursos obstruccionistas, y que hoy es meramente un resorte automático para facilitar consensos. Hoy por hoy, cualquier procedimiento, excepto las nominaciones del presidente, requiere 60 votos para avanzar, es decir, cierto consenso entre los dos grandes partidos. Tanto Manchin como la senadora Sinema se oponen a cambiar las reglas del filibusterismo, y el propio Biden ha hablado a favor de ese resorte en el pasado, cuando se vendía como un político capaz de tender puentes, aprovechando que él mismo había servido entre 1973 y 2009.
Esto no quiere decir que Biden y los demócratas renuncien a reformar la ley electoral. Son conscientes ambos de que una altísima participación, sobre todo en estados tradicionalmente conservadores, le arrebataron la presidencia a Trump. Ahora simplemente buscarán vías alternativas, antes de las elecciones parciales del año que viene, en que se renueva un tercio del Senado y toda la Cámara de Representantes.