«No hay hiperinflación de museos»
▶ En octubre inaugura en Oslo el Museo Munch, un modelo sostenible que defendió en el foro CM Málaga «Para entender su nuevo papel, no tan asociado al turismo, los museos deben formar parte de la vida de las personas» «Se han seguido haciendo muchos museo
«Los museos no son edificios aislados, nos explican para qué nos sirve el arte y de dónde venimos». Lo dice Juan Herreros (Madrid, 63 años), arquitecto consagrado, catedrático, docente en Columbia y Princeton, y figura estelar del foro CM Málaga, donde detalló las peculiaridades de su Museo Munch que inaugurará el 22 de octubre en Oslo.
Con 60 metros de altura y 26.000 metros cuadrados, el museo dedica a exposición menos de la mitad de su espacio. Alejado de la arquitectura espectáculo, define la sostenibilidad en todas sus acepciones.
—¿Los museos son cada vez menos contenedores de arte?
—Sí. Se están enriqueciendo. No dejarán de ser depósitos de grandes colecciones, pero el valor de albergarlas no es suficiente. Sus programas crecen y son más relevantes en los planes de unas instituciones culturales, extraordinarias en muchas ocasiones, a las que hay que dotar de mecanismos de interacción con la vida de las personas. Y eso exige que tengan muchas actividades y líneas de trabajo. Que sean productores y difusores de conocimiento e información. —¿Museos híbridos, capaces de investigar, formar, entretener y conservar?
—Sí. Es una muy buena definición de lo que deben ser hoy. Que formen parte de la vida de las personas es crucial para entender su nuevo papel, no tan asociado al turismo, a la visita esporádica o al viaje exótico, y sí a la relación que el ciudadano pueda establecer con él.
—¿Está superada esa tendencia de arquitectura espectáculo en grandes museos?
—Esos monstruos existen, pero por fortuna no son tantos. Se han seguido haciendo muchos museos por arquitectos cabales y con programas bastante medidos. Pero el poder mediático de esas pocas piezas tan espectaculares ha sido exagerado. Se ha instalado una conciencia mucho más serena de las cosas que son valiosas, y sobre lo que la arquitectura puede aportar. Antes se entendía que ofrecía una tarjeta postal o un reclamo, y hoy la percepción ha cambiado. La arquitectura es valiosa, pero más adaptada a las inquietudes sociales y políticas del momento.
—¿Tenemos más museos de los necesarios? ¿Hay hiperinflación?
—No. Hay ecuaciones sobre costes de mantenimiento y capacidad de producción cultural que pueden llevar a esa conclusión. Pero creo que la cantidad de museos es un exponente muy positivo de la importancia que para todo el mundo tiene entenderse a sí mismo y colectivamente. Los museos son siempre bienvenidos, desde luego con cierta calidad y lógica constructiva.
—El Museo Munch, ¿está en las antípodas del espectáculo?
—Querría que no se notara. Que fuera como un accidente geográfico más, a pesar de ser un edificio alto, perceptible y con nítida presencia urbana. No lo puedo negar, es vertical, muy visible y juega claramente a la aparición en el ‘skyline’ de Oslo como una singularidad. Pero se pliega a las necesidades de los usuarios y del arte. La neutralidad de sus salas es absoluta. En el edificio solo habrá dos protagonistas: las obras de Munch y los cuerpos de quienes lo visitan.
—¿Le habría gustado a Munch la nueva casa de ‘El grito’?
—Creo que sí. Todas las manifestaciones culturales, escénicas, musicales, literarias, fílmicas... confluirán en un museo con su obra. Vería cómo su arte dialoga con otras prácticas creativas con toda solvencia cien años después. Es tan vanguardista como para medirse con el afán vanguardista de Munch, que era una persona complicada, pero que no negaba el talento ajeno. Le encantaría ver que su obra ha generado semejante torbellino de creatividad a su alrededor.
—¿Está superada la polémica inicial que generó el proyecto hace ya once años?
—Sí. Los cuatro primeros años el edificio era de Juan Herreros. Los cuatro segundos no se sabía de quién, y finalmente es de la gente de Oslo. Por fortuna, yo he desaparecido de los medios y la ciudadanía ha hecho suyo el edificio.
—¿Por qué trabaja más fuera de España que dentro?
—Los grandes proyectos de arquitectura singular son más fáciles de lograr fuera para los estudios españoles. Aquí no hay tantas oportunidades y sí cierta tendencia, por qué no decirlo, a que esos edificios simbólicos, en especial los museos, los hagan arquitectos falsamente llamados internacionales, extranjeros, porque nosotros también somos internacionales. Para un arquitecto español es mas fácil hoy ganar un proyecto de una gran infraestructura, y no solo de museos, fuera de España que dentro.
—¿Vivimos una edad de oro de la arquitectura española?
—Habita todos los frentes de discusión de los grandes temas y de producción de conocimiento arquitectónico: universidades, instituciones o edificios singulares. Donde se produce algo nuevo, hay arquitectos españoles. Nuestro trabajo es muy apreciado.