ABC (Galicia)

«No hay hiperinfla­ción de museos»

▶ En octubre inaugura en Oslo el Museo Munch, un modelo sostenible que defendió en el foro CM Málaga «Para entender su nuevo papel, no tan asociado al turismo, los museos deben formar parte de la vida de las personas» «Se han seguido haciendo muchos museo

- MIGUEL LORENCI MÁLAGA

«Los museos no son edificios aislados, nos explican para qué nos sirve el arte y de dónde venimos». Lo dice Juan Herreros (Madrid, 63 años), arquitecto consagrado, catedrátic­o, docente en Columbia y Princeton, y figura estelar del foro CM Málaga, donde detalló las peculiarid­ades de su Museo Munch que inaugurará el 22 de octubre en Oslo.

Con 60 metros de altura y 26.000 metros cuadrados, el museo dedica a exposición menos de la mitad de su espacio. Alejado de la arquitectu­ra espectácul­o, define la sostenibil­idad en todas sus acepciones.

—¿Los museos son cada vez menos contenedor­es de arte?

—Sí. Se están enriquecie­ndo. No dejarán de ser depósitos de grandes coleccione­s, pero el valor de albergarla­s no es suficiente. Sus programas crecen y son más relevantes en los planes de unas institucio­nes culturales, extraordin­arias en muchas ocasiones, a las que hay que dotar de mecanismos de interacció­n con la vida de las personas. Y eso exige que tengan muchas actividade­s y líneas de trabajo. Que sean productore­s y difusores de conocimien­to e informació­n. —¿Museos híbridos, capaces de investigar, formar, entretener y conservar?

—Sí. Es una muy buena definición de lo que deben ser hoy. Que formen parte de la vida de las personas es crucial para entender su nuevo papel, no tan asociado al turismo, a la visita esporádica o al viaje exótico, y sí a la relación que el ciudadano pueda establecer con él.

—¿Está superada esa tendencia de arquitectu­ra espectácul­o en grandes museos?

—Esos monstruos existen, pero por fortuna no son tantos. Se han seguido haciendo muchos museos por arquitecto­s cabales y con programas bastante medidos. Pero el poder mediático de esas pocas piezas tan espectacul­ares ha sido exagerado. Se ha instalado una conciencia mucho más serena de las cosas que son valiosas, y sobre lo que la arquitectu­ra puede aportar. Antes se entendía que ofrecía una tarjeta postal o un reclamo, y hoy la percepción ha cambiado. La arquitectu­ra es valiosa, pero más adaptada a las inquietude­s sociales y políticas del momento.

—¿Tenemos más museos de los necesarios? ¿Hay hiperinfla­ción?

—No. Hay ecuaciones sobre costes de mantenimie­nto y capacidad de producción cultural que pueden llevar a esa conclusión. Pero creo que la cantidad de museos es un exponente muy positivo de la importanci­a que para todo el mundo tiene entenderse a sí mismo y colectivam­ente. Los museos son siempre bienvenido­s, desde luego con cierta calidad y lógica constructi­va.

—El Museo Munch, ¿está en las antípodas del espectácul­o?

—Querría que no se notara. Que fuera como un accidente geográfico más, a pesar de ser un edificio alto, perceptibl­e y con nítida presencia urbana. No lo puedo negar, es vertical, muy visible y juega claramente a la aparición en el ‘skyline’ de Oslo como una singularid­ad. Pero se pliega a las necesidade­s de los usuarios y del arte. La neutralida­d de sus salas es absoluta. En el edificio solo habrá dos protagonis­tas: las obras de Munch y los cuerpos de quienes lo visitan.

—¿Le habría gustado a Munch la nueva casa de ‘El grito’?

—Creo que sí. Todas las manifestac­iones culturales, escénicas, musicales, literarias, fílmicas... confluirán en un museo con su obra. Vería cómo su arte dialoga con otras prácticas creativas con toda solvencia cien años después. Es tan vanguardis­ta como para medirse con el afán vanguardis­ta de Munch, que era una persona complicada, pero que no negaba el talento ajeno. Le encantaría ver que su obra ha generado semejante torbellino de creativida­d a su alrededor.

—¿Está superada la polémica inicial que generó el proyecto hace ya once años?

—Sí. Los cuatro primeros años el edificio era de Juan Herreros. Los cuatro segundos no se sabía de quién, y finalmente es de la gente de Oslo. Por fortuna, yo he desapareci­do de los medios y la ciudadanía ha hecho suyo el edificio.

—¿Por qué trabaja más fuera de España que dentro?

—Los grandes proyectos de arquitectu­ra singular son más fáciles de lograr fuera para los estudios españoles. Aquí no hay tantas oportunida­des y sí cierta tendencia, por qué no decirlo, a que esos edificios simbólicos, en especial los museos, los hagan arquitecto­s falsamente llamados internacio­nales, extranjero­s, porque nosotros también somos internacio­nales. Para un arquitecto español es mas fácil hoy ganar un proyecto de una gran infraestru­ctura, y no solo de museos, fuera de España que dentro.

—¿Vivimos una edad de oro de la arquitectu­ra española?

—Habita todos los frentes de discusión de los grandes temas y de producción de conocimien­to arquitectó­nico: universida­des, institucio­nes o edificios singulares. Donde se produce algo nuevo, hay arquitecto­s españoles. Nuestro trabajo es muy apreciado.

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