‘Procés’, fase dos
«Todo sigue». La frase que mejor resume el momento la pronunció Oriol Junqueras ayer al salir de Lledoners. El ‘procés’ no se para. Solventada la cuestión personal, y emocional, de los presos, es la hora de la política, apunta tanto el independentismo como el Gobierno. Y dónde se hace la política cuando se adultera la esencia de la misma. Pues ni en el Congreso ni en el Parlament. La pretensión de que la nueva fase del ‘procés’ que ahora se abre implique primero una reconciliación entre catalanes –esa sí que sería la verdadera y necesaria agenda del ‘reencuentro’– choca con la pretensión de convocar, probablemente a la vuelta del verano, la llamada ‘mesa de diálogo’, que consagra la negociación bilateral entre gobiernos y relega a anécdota la ‘taula’, o mesa, de partidos catalana. Una parte de Cataluña, el secesionismo, seguirá hablando por el todo. superar el «conflicto» desde la negociación. Para el Gobierno, Pedralbes, y su relator, son «pantalla pasada», según zanjó el ministro Ábalos.
La reunión del martes entre Pedro Sánchez y Aragonès en La Moncloa definirá el perímetro de la mesa, aunque ya se asume que alrededor de la misma se podrá hablar de todo. Porque esa es la pretensión del independentismo, y porque así obliga el acuerdo de investidura entre ERC y el PSOE de la que emana la convocatoria de la citada mesa. La agenda catalana para la mesa, la agenda del gobierno secesionista de Cataluña para ser precisos, es sabida: amnistía y referéndum de autodeterminación.
El Gobierno reitera que no habrá ni una cosa ni la otra. Sus límites se pueden atisbar en la Declaración de Barcelona pactada entre PSOE y PSC (julio 2017) y que precisa: «La solución definitiva al actual desencuentro pasará por una reforma constitucional que haga de España un Estado federal. En este camino, es necesario avanzar hasta reconocer plenamente su carácter plurinacional». Pero también, descentralización de la Justicia y un nuevo sistema de financiación. Dicho en otras palabras, recuperar el Estatuto aprobado en 2006 que luego corregiría el TC en 2010. En realidad una reforma constitucional por la puerta de atrás.
Los acuerdos a los que se llegue en la mesa «serán sometidos a validación democrática a través de consulta a la ciudadanía de Cataluña». Es el referéndum que viene, convocado «de acuerdo con los mecanismos previstos o que puedan preverse en el sistema jurídico-político». Campo abierto.
La clave de los próximos meses y años es conocer cómo gestionará el independentismo más encendido la más que probable frustración que supondrá la falta de resultados tangibles, o aceptables para ellos, de la mesa de negociación. En el plazo de dos años ERC y Junts evaluarán los resultados de la mesa, y el ‘president’ se someterá a una moción de confianza en el Parlament, según pactó con la CUP. La pugna entre el secesionismo pragmático, que quiere seguir gobernando, y el más excitado será decisiva. El ‘procés’ no se para. La salida de los presos es
un estadio más.