ABC (Galicia)

«Puede evaluarse una democracia según su libertad de prensa»

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uando en 1986 recibí el premio Mariano de Cavia, dije en esta misma coyuntura que lo más difícil del Cavia era demostrar que se merecía, al tratarse de algo así como el Gotha del periodismo y la literatura española. Esta vez, al recibir la noticia de haber recibido el Luca de Tena, mi preocupaci­ón fue mucho más modesta: «¿Cabré todavía en el esmoquin tras tanto tiempo?» (...)

Lo más curioso es que cuando me preguntaba­n de pequeño qué quería ser cuando fuera mayor, nunca respondí ‘periodista’ al no entrar en mis perspectiv­as, aunque la lectura inundó mi infancia y adolescenc­ia, desde los tebeos de Flash Gordon a las novelas de Doc Savage, El Coyote, Stefan Zweig,

Lajos Zilahy, Sommerset Maugham, André Maurois y cuantas españolas caían en mis manos. (...) Tras varias intentonas infructuos­as, terminé siendo periodista. Diría más: me atrevo a decir que es para lo único que sirvo.

¿Qué es el periodismo y el periodista? Hay quien lo reduce a la ‘historia de un día’ con nosotros como testigos o notarios. Posiblemen­te lo sea, pero también algo más. De cuantas definicion­es he oído y leído, incluida la de Jefferson, «prefiero prensa sin gobierno a gobierno sin prensa», que por cierto, luego, siendo ya presidente, cambió de parecer, considerán­donos la

Cescoria de la sociedad, la que más me ha convencido fue la de Sebastián Haffner, que tampoco era periodista, pero ha sido para mí el mejor ensayista alemán del siglo pasado. (...) A mí me gustaban sus artículos en ‘Stern’, ensayos en miniatura. Uno de ellos hablaba de los periodista­s y nos comparaba con los bufones de las viejas cortes. En todas ellas, decía, el rey era la figura principal, quien tenía la primera y última palabra. En torno a él estaban los cortesanos que procuraban ganarse su favor con aplausos y lisonjas. (...) Pero había también un bufón que decía al rey: «Majestad ¿quiere que le cuente el último chiste sobre usted?». O «Ése, que presume de honesto, se está forrando con el dinero público». Lo que daba con el bufón en la fuente de palacio o con una manta de palos. Pero no faltaba en ninguna corte. Hoy –seguía Haffner–, el soberano es el pueblo, y los cortesanos son los políticos que buscan casi siempre el beneficio de su partido y el suyo propio. Mientras el bufón es la prensa, los periodista­s que denuncian las mentiras oficiales. A veces nos equivocamo­s, y tendremos que responder por ello, pero esa labor es imprescind­ible, hasta el punto de que puede evaluarse la democracia de un país según la independen­cia de su justicia y su libertad de prensa.

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