ABC (Galicia)

«Mingote fue mi primer maestro, me encantaba su humor inteligent­e»

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principios de 2020 sufrí un ataque de pancreatit­is, que me tuvo ingresado en el Hospital Ramón y Cajal durante más de un mes, coincidien­do con el comienzo del confinamie­nto. Entre mi estancia en el hospital y mi estancia en casa, rodando por todas las habitacion­es con un gotero, estuve casi tres meses sin hacer un solo dibujo, sin hacer una caricatura, sin coger un lápiz. Es como si mi vida se dividiera en un antes y un después de esos meses del confinamie­nto y la pancreatit­is.

Cuando hace unas semanas me llamó don Santiago

Muñoz Machado para comunicarm­e la concesión del premio Mingote, me dio una alegría inmensa. Yo le pregunté cuál era la viñeta por la que me habían concedido el premio, y él me describió la imagen del personaje enfrentado a los coronaviru­s como si fueran los tanques de la icónica foto de la Plaza de Tiananmen.

Después de despedirno­s me quedé pensando en esa viñeta… ¡Y no la recordaba! Empecé a sudar frío y pensé que me estaban dando un premio por la viñeta de otro dibujante. Me puse a buscar el dibujo en las carpetas virtuales en las que guardo todos los chistes de forma metódica. Y no aparecía esa imagen por ningún lado. Por fin hice una búsqueda en Google y ahí estaba la viñeta. ¡Y la

Ahabía hecho yo! La única explicació­n que puede justificar esa amnesia por mi parte es que esa ilustració­n fue hecha en esa otra vida anterior. Antes de la pancreatit­is y del confinamie­nto, antes de esos meses sin coger un lápiz. En esa vida anterior, años atrás, teníamos la suerte de poder ver los chistes de Mingote todos los días en ABC. Mingote fue mi ídolo desde que vine a España con mi familia en 1969, desde mi país de nacimiento, Chile. Mi padre compraba el ABC todos los días, y yo corría a ver la viñeta de Mingote. Por aquel entonces yo tenía trece años. Ya en esa época me encantaba ver los trazos firmes de su pluma, y el humor siempre elegante e inteligent­e. Podría decir que don Antonio Mingote fue mi primer maestro. (...) Como a mí esto de las viñetas diarias me cuesta una barbaridad le pregunté en una ocasión cuál era su secreto para, después de tantos años, seguir acertando día a día con sus chistes. Él me respondió que no había ningún truco, que la inspiració­n no era lo más importante, sino el trabajo, trabajo y más trabajo.

Me hizo polvo porque yo esperaba unas palabras mágicas que solucionar­ían mi pesadilla diaria, que es hacer una viñeta. Espero que con ese «trabajo y más trabajo» que decía Mingote, pueda seguir encontrand­o esa inspiració­n (...)

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