Cuando Giró trabajaba para España
a pasada semana, el Círculo de Economía celebró probablemente su reunión anual más trascendente. Tras la suspensión de la de 2020 por el Covid19, las jornadas de este año dejaban su tradicional emplazamiento en Sitges para recalar en Barcelona. Durante tres días, las jornadas inauguradas por el Rey reunieron la mayor concentración de poder económico y político posible ahora en España, un foro en el que, como gran titular, se validó el apoyo de la empresa catalana a la política de Pedro Sánchez respecto a Cataluña, particularmente los indultos a los presos del 1-O. Junto a este posicionamiento decisivo, las jornadas del Círculo dejaron también otros titulares, quizás menos trascendentes en lo político, pero sí jugosos en lo personal, y entre estos estuvo sin duda el ‘destape’ político de Jaume Giró (Badalona, 1964), otrora poderoso director general de la Fundación La Caixa y ahora flamante nuevo consejero de Economía de la Generalitat independentista y republicana que gobiernan ERC y Junts.
Ante la estupefacción del auditorio en el Hotel W, Jaume Giró cuajó veinte minutos de intervención que dejaron a los asistentes a la reunión con la sensación de haber asistido a una prodigiosa transformación política, la de alguien que durante años ejerció, y predicó, la moderación desde sus altísimas responsabilidades en La Caixa, y ahora milita en el independentismo más exaltado, facción puigdemontista. Giró describió el trato fiscal a Cataluña como de «vasallaje», entre otras perlas. Aún bajo el impacto de su intervención en el Círculo, el director de un importante medio de comunicación con base en Barcelona, lo resumía así: «Quien durante años ejerció de españolazo ahora es el más independentista. Ver para creer».
Los testimonios recogidos por ABC para este reportaje, siempre desde el
Lanonimato, describen a un personaje de muchos prismas, y mientras unos apuntan a que ciertamente Giró siempre ha sido independentista–un secesionista tapado, para entendernos–, otros testimonios ponen sobre todo énfasis en su ductilidad, en su capacidad adaptativa, en su talento para modificar su posición según el ambiente y el interlocutor. Moderado, contrario a toda ruptura, un enamorado de Madrid cuando hablaba y negociaba con las altas esferas políticas y empresariales de la capital española, independentista en sus círculos más íntimos. «En el fondo, Giró es lo que toca en cada momento. Ahora toca independentismo, pues independentismo, pero no hay duda, si en las mismas circunstancias actuales un Gobierno del PP le hubiese ofrecido un puesto relevante, habría aceptado», añade un alto directivo.
«Es alguien muy listo, con ambición, ya lo demostró en su etapa de estudiante en la Universidad de Navarra», explica otro periodista que lo conoció en esa época formativa. De Navarra pasaría a ocuparse de la información económica en la delegación de Europa Press en Barcelona. Fue en ese momento cuando conoce a Pere Duran Farell, figura clave de la empresa catalana y española, introductor en España del gas natural, y que tomó a un joven Giró bajo su protección. Pasó el tren por delante, y se subió a él. De sus inicios junto a Duran Farell en Gas Natural dio el salto a Repsol de la mano de Antoni Brufau como responsable de comunicación y del gabinete de presidencia.
De su etapa madrileña, destacan quienes le trataron entonces, sobresale su enamoramiento de la ciudad, de la que lo elogiaba todo, en contraste, aseguran, con el desdén con que descalificaba el «provincianismo» de Barcelona. Instalado en un piso en Ortega y Gasset, Giró fue un madrileño más, y pudo durante esos años, a modo de anécdota, dar rienda suelta a su afición por los toros, convirtiéndose en uno de los seguidores más entusiastas de José Tomás. «Sentía auténtico fervor por el torero», subrayan quienes le trataron. Aunque no acabó de encajar en el estilo de la capital –«en Madrid se va más de frente, y él es más sibilino, él se sentía en parte no aceptado», apunta otro directivo de medios–, es en su etapa en Repsol cuando Giró perfecciona sus habilidades, su capacidad para moverse en los entresijos del poder, y se convierte él mismo en una palanca del mismo. Hacía y deshacía, levantaba columnas en la prensa llamando directamente a los directores: «Ejerce el poder, y quiere que se note, pero tampoco sin grandes ostentaciones. El poder se ejerce, no se proclama».
Entre los que le trataron en su etapa madrileña nadie le recuerda un gesto, una palabra, que pudiese delatar querencia no ya por el independentismo –en esos años ese era un campo minoritario y excéntrico–, sino por el nacionalismo, aunque sus simpatías por CiU eran más o menos conocidas, añaden. Frente a esta idea de independentista emboscado, su entorno apela a la profesionalidad. «Sus ideas políticas son las que son, pero él siempre tuvo claro que esa esfera debía deligarse de su cometido profesional», matizan desde su entorno cercano.
Su etapa madrileña concluye cuando deja Repsol –«traiciona a Brufau», recuerdan fuentes consultadas– y en 2009 regresa a Barcelona donde comienza una meteórica carrera en La Caixa, asumiendo el área de comunicación y relaciones institucionales –es