ABC (Galicia)

Begoña Urroz, la primera de la lista del odio

- CARLOTA PÉREZ MADRID

a historia de la primera víctima del terrorismo en España es la de una niña de 22 meses y una familia vasca que durante décadas permanecie­ron en el ostracismo, sin reconocimi­ento como tal, sin el apoyo de las autoridade­s y sin el más humilde de los homenajes. También es la historia de una confusión que sirvió para construir un relato en torno a la primera víctima de la banda terrorista ETA, e hizo que la familia viviera una doble condena: la de creerse víctimas de un atentado etarra y serlo en el País Vasco en un momento en el que las complicida­des con ellas escaseaban.

El 27 de junio de 1960 era lunes. El matrimonio Urroz Ibarrola hacía 22 meses que habían sido padres. La madre de Begoña, Jesusa, había llevado al bebé con su tía, Soledad Arruti, a la estación de Amara, donde ésta trabajaba en la consigna. «Aquel día dejé a mi niña con ella mientras yo iba a un comercio cercano a comprarle unos zapatitos para ir a Navarra. Cuando volví, había un lío tremendo. ¡Había estallado una bomba! Mi hija estaba abrasada (...) Fue horrible», contaba en la única entrevista concedida por Jesusa, al periódico ‘El País’ hace ya diez años. La criatura murió al día siguiente a consecuenc­ia de las múltiples quemaduras.

Lautor material y la posterior Ley de Amnistía de 1977 anuló el delito y, por tanto, la responsabi­lidad de los autores. El caso de Begoña Urroz cayó en el olvido, menos para su familia. Hasta 1992, cuando José Antonio Pagola, entonces vicario general de la diócesis de Guipúzcoa publicó un libro donde escribió una breve nota a pie de página: «Parece ser que la primera víctima de (...) ETA fue la niña de 22 meses, Begoña Urroz Ibarrola». Sin ninguna certeza, esta frase de Pagola fue el inicio de una serie de confusione­s que recogió el exministro socialista Ernest Lluch, dos décadas después. Lluch, interesado por la historia de Begoña, escribió varios artículos recogidos en ‘El Correo’ y ‘La Vanguardia’, donde responsabi­lizó directamen­te del atentado a ETA. «La familia recibió la versión oficial de la autoría de ETA y en su entorno vecinal no hay duda de ello», escribió el exministro. Aunque Lluch se equivocaba, la hipótesis de que había sido ETA entraba en las posibilida­des, ya que la banda terrorista asesinó a 21 menores de edad e hirió a otros 172. Se había construido un relato: Begoña, una niña de 22 meses, había sido la primera víctima de la banda terrorista ETA y en 2011 esa teoría era ya hegemónica. Hasta el punto de que en ese año, con la aprobación de la nueva Ley

de Reconocimi­ento y Protección Integral de las Víctimas del Terrorismo se incluía a las personas que sufrieron atentados a partir del 1 de enero de 1960, lo que buscaba reparar a la familia de Begoña. Además, José Bono, por entonces presidente del Congreso, propuso el Día de las Víctimas del Terrorismo el del asesinato de Begoña: el 27 de junio.

Nueve años después de la aprobación de esta ley, una investigac­ión realizada por el Memorial de Víctimas del Terrorismo, llevada a cabo por Gaizka Fernández y Manuel Aguilar certificó lo que las autoridade­s franquista­s dijeron en su momento: un militante del

DRIL había sido el responsabl­e del asesinato de la niña. En el informe de la investigac­ión, se recogen unas diligencia­s de la brigada político-social de San Sebastián que detallaban los pasos de Guillermo Santoro, miembro del DRIL y autor del atentado. «Atribuir a ETA el atentado que acabó con la vida de Begoña fue un error», asegura Fernández. Lo atribuye a la «falta de una investigac­ión sobre el atentado, porque los documentos estaban ahí» y eso permitió que durante décadas, para la sociedad y para la familia, ETA fuese la responsabl­e. Pero zanja Fernández: «Begoña fue, sin duda, una víctima del terrorismo».

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