ABC (Galicia)

«Ortega está asentado sobre la fuerza represiva policial. Está actuando como un jefe mafioso»

▶ Excamarada del presidente en la lucha contra Somoza, ha huido de la ola de represión en Nicaragua

- SUSANA GAVIÑA MADRID

Luis Carrión Cruz (Managua, 1952) es uno de los nueve comandante­s que lideraron el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) que combatió contra la dictadura de Somoza en Nicaragua en los años 70. En 1995 decidió alejarse del sandinismo por discrepanc­ias con el FSLN y la evolución del propio Daniel Ortega, quien lideró el país entre 1979 y 1990, y retomó el poder en 2007. Carrión se sumó al partido Unión Democrátic­a Renovadora (MRS), una escisión del FSLN, que ahora se llama Unión Democrátic­a Renovadora (Unamos), contra la que Ortega ha desatado una ola de detencione­s –entre ellos algunos exguerrill­eros históricos como Hugo Torres o Dora María Téllez–. «Secuestros», según Carrión, que se suman a los de cinco precandida­tos a la Presidenci­a, que concurrían a las elecciones del 7 de noviembre, líderes opositores, empresario­s, periodista­s y activistas. Acosada su casa por «motoristas» y «policías», Carrión decidió exiliarse antes de ser detenido. Desde algún lugar fuera de Nicaragua habla con ABC. —Desde los años 90 usted ha sido muy crítico con Ortega. Postura que refrendó tras la represión contra las protestas de 2018. Ahora, tres años después, ¿esperaba esta purga de opositores? —No. Yo esperaba que Ortega inhibiera a una serie de aspirantes presidenci­ales y que dejara como posibles candidatos solamente a aquellos que él quisiera. Pero no imaginé que los iba a capturar. Obviamente ha habido un giro, porque esta represión no tiene como objetivo eliminar solo a cualquier competenci­a de cara a las elecciones de noviembre, sino también descabezar a la oposición cívica, intimidar a la población, también al sector privado y obviamente también a los periodista­s. Ortega quiere silenciar el país, que la única voz que se oiga sea la de sus corifeos. —La segunda oleada de arrestos fue contra excamarada­s que lucharon junto al presidente y después le abandonaro­n. ¿Cree que es una venganza? —Desde que empezó la protesta cívica, en 2018, Ortega puso el foco en el MRS y nos acusó de todo lo que pasaba en el país, de toda lo que ocurría contra él: de canalizar dinero de la CIA, de organizar toda la sublevació­n... Hay un elemento de venganza. A él le arde profundame­nte que una de las voces más fuertes y escuchadas de su régimen provenga de quienes estuvimos a su lado muchos años atrás. Ahí hay un elemento de odio, y de venganza, porque ninguna directiva de otra organizaci­ón o partido ha sufrido tantas detencione­s. Por eso, hay algo personal.

—Usted ha declarado que Ortega está utilizando a los presos políticos para negociar con EE.UU.

—Los está utilizando como rehenes. De hecho ya lo ha manifestad­o por varias vías, que si él va a hablar es con EE.UU., que no lo va a hacer con nadie en el país. Además, Ortega, en su mentalidad, cree que lo que ocurre en Nicaragua es porque quiere EE.UU. que ocurra. No es capaz

«Daniel Ortega quiere silenciar el país, que la única voz que se oiga sea la de sus corifeos»

«Tiene pocos recursos para presionarl­o y por eso Ortega le ha perdido el miedo»

de entender que lo que sucede en el país es el resultado de sus propias acciones criminales. Piensa que puede haber una negociació­n en la que se intercambi­en sanciones por rehenes políticos, y de esa manera trastocar además la agenda de una eventual negociació­n cuyo fin sería la democracia en Nicaragua y que incluiría la libertad de los presos políticos, el cese de la represión y elecciones justas.

—La comunidad internacio­nal ha reclamado la liberación de los detenidos y elecciones transparen­tes. ¿Qué medidas debería tomar para frenar lo que está sucediendo en Nicaragua? —Primero quiero decir que la reacción de la comunidad internacio­nal ha sido tardía. El momento para actuar con más fuerza fue en 2018, cuando Ortega estaba en una posición más crítica, más débil. Sin embargo, los procesos de los organismos fueron lentos y algunos no nos creían, y no se atrevían a utilizar la palabra dictador para referirse a él. Ahora vemos que hay un renovado interés en la situación de Nicaragua tras los sucesos contra la oposición. Ortega no entiende de palabras corteses, la única manera que entiende es la presión. Y la aplicación de sanciones importante­s contra él y su círculo puede ser un elemento fuerte de presión. Sin ellas, no va a considerar ninguna negociació­n ni ningún cambio en el rumbo que ha emprendido hasta ahora.

—Usted luchó junto a Ortega para acabar con la dictadura de Anastasio Somoza. Hoy, él mismo se ha convertido en otro dictador. ¿En qué momento se pervirtier­on la lucha y los ideales revolucion­arios de Ortega?

—En el momento en que Ortega puso su apetito de poder por encima de todo los demás. Es difícil saber en qué momento exacto sucedió eso, pero sí puedo decirle que después de su derrota en las elecciones de 1990, él lanzó la consigna de ‘gobernar desde abajo’. Una política que consistía en sabotear, obstaculiz­ar, crear asonadas, secuestros, grupos armados en los primeros años de la década de los 90 para chantajear a los gobiernos –el de Violeta Chamorro, el de Arnoldo Alemán– y forzarlos a hacer las cosas que él quería. Ortega nunca abandonó el camino de la violencia ni de la fuerza como medio principal de hacer política.

—Lo que ha sucedido este mes de junio parece una medida desesperad­a del presidente Ortega...

—Ortega teme mucho que haya una reanimació­n de la movilizaci­ón popular cívica, y le preocupaba que el espacio de la campaña electoral pudiera dar lugar a una reanimació­n de la protesta social. Por eso, estas acciones represivas también tienen el propósito de ser un golpe preventivo de cualquier posibilida­d de esa reanimació­n. Ortega tiene su propia lógica al actuar. Pensó que estaba sufriendo muchas críticas de la comunidad internacio­nal, y ha decidido ignorarlas asumiendo que esta tiene pocos recursos para presionarl­o. Él mismo declaró esta semana que había pasado días mucho más difíciles. Ha perdido el miedo a lo que la comunidad internacio­nal puede hacer. Y él está ahí por la fuerza. No está haciendo mucho para recuperar apoyos políticos, ni recomponer alianzas. Ortega está asentado sobre la fuerza represiva policial. Está actuando como un jefe mafioso.

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// EFE

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