ABC (Galicia)

En Mérida se produjo la mayor venta en el primer día desde que Cimarro dirige el festival. Llevan ya 33.000 entradas vendidas

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completa, sin embargo, es necesario que puedan abrirse los teatros con su aforo completo. De momento, no es posible. En el Festival de Mérida, explica su director, se deja una butaca libre a cada lado después de cada compra ‘familiar’, y eso reduce el aforo entre el 70 y el 75 por ciento. En Almagro, sin embargo, el Patronato decidió reducirlo al 50 por ciento, «aunque la norma regional permitiría hasta un 75 por ciento –matiza el director del certamen manchego–. Solo hacemos una excepción, que tiene su lógica, con los espacios al aire libre y con mucha ventilació­n, como son el Teatro Adolfo Marsillach y el Palacio de los Oviedo, que se aumenta hasta un 66 por ciento, con ‘butaca Covid’; si compras tres entradas, las dos localidade­s que las flanquean quedan libres». Y, por ahora, el público está respondien­do: Almagro ha vendido ya un 70 por ciento de las localidade­s, y en Mérida –presume Cimarro– «se produjo la mayor venta en el primer día desde que dirijo el festival, y a día de hoy llevamos ya 33.000 entradas vendidas».

También es importante la sensación que se respira; los habitantes de Mérida y Almagro se vuelcan en estas fechas en sus festivales, del que son ‘cooperador­es necesarios. «El año pasado –cuenta García– había en Almagro un debate sobre la convenienc­ia de celebrar o no el festival, sobre el peligro; se decidió hacerlo con mucha cautela y arriesgand­o, porque fuimos los primeros y eso siempre entraña riesgos, y este año no hay fisuras: todo el mundo está esperando el festival. Eso cambia nuestra percepción, porque hacer un festival sabiendo que hay gente remisa y con miedo es diferente que hacerlo con todo el mundo en la calle, con los restaurant­es y los hoteles animándono­s a que haya un gran festival, porque todo el mundo quiere participar».

Y es que los comercios y la hostelería de estas dos localidade­s esperan siempre como agua de mayo las fechas del festival. Los responsabl­es del Parador de Mérida tienen la sonrisa puesta: en un solo día tuvo 600 reservas, revela Cimarro, una cifra récord en la historia de este alojamient­o.

Si alguien conoce bien el ambiente del Festival de Almagro, ése es José Antonio Barrajón, propietari­o de ‘Marqués’, uno de los más emblemátic­os restaurant­es de la Plaza Mayor de Almagro. «Ya se ve con otros ojos –cuenta–. Está por aquí la Compañía Nacional de Teatro Clásico, que siempre venía sobre el 20 de junio, y se nota el movimiento de los técnicos, las compañías extranjera­s. Ya hay ambiente de festival». Para Almagro, reconoce, «el mes de festival es la fecha esperada por todo el pueblo. Se da mucho trabajo a mucha gente y, dentro de los calores de julio, refresca las mentes de la gente, porque hay una vida que sin el festival no existiría; en este secarral no pararían ni las águilas». El pueblo se siente ahora plenamente orgulloso del festival, aunque no siempre ha sido así. «En los años ochenta la mentalidad era otra, y al comienzo del festival había cierto reparo, y se considerab­a ‘peligrosa’ la llegada de las gentes del festival».

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// JERO MORALES

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