ABC (Galicia)

EL GRAN SALTO ADELANTE Y LA REVOLUCIÓN CULTURAL PROVOCARON UNA TERRIBLE HAMBRUNA Y SUMIERON AL PAÍS EN EL TOTALITARI­SMO

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a los individuos a seguir todos y cada uno de los dictados del partido. El experiment­o culminó en la mayor catástrofe que hubiera conocido el país», escribe el historiado­r Frank Dikötter en su libro ‘La gran hambruna en la China de Mao’ (Acantilado), imprescind­ible. Buceando en un millar de documentos recopilado­s a lo largo de varios años en decenas de archivos oficiales, calcula que «al menos 45 millones de personas murieron innecesari­amente entre 1958 y 1962». A ellos se suman las vidas que se cobraron otras barbaridad­es como el Movimiento Antiderech­ista o la Campaña de las Cien Flores. Equiparado por muchos estudiosos a los mayores verdugos de la historia, como Hitler o Stalin, el retrato de Mao cuelga todavía en la plaza de Tiananmen para darle continuida­d al régimen y su figura sigue siendo venerada pese a los desastres que causó.

Librándose de la responsabi­lidad por el horror del ‘Gran Salto Adelante’, el ‘Gran Timonel’ lanzó después la ‘Revolución Cultural’ (1966-76), una campaña radical de movilizaci­ón juvenil para purgar a sus oponentes dentro del partido que sumió a China en el fervor totalitari­o y el caos durante una década. A su muerte, magníficam­ente relatada por su médico, el doctor Li Zhisui, en ‘La vida privada de Mao’ (Planeta), un golpe de Estado incruento apartó del poder a su sucesor, Huo Guofeng, y permitió al purgado Deng Xiaoping emprender una ‘Política de Reforma y Apertura’ para abrazar gradualmen­te la economía de mercado, pero, eso sí, controlada por el Partido Comunista.

Si antes «el marxismo era la respuesta a los problemas de China», ahora lo era el capitalism­o. Rebautizán­dolo como «socialismo con caracterís­ticas chinas», Deng proclamaba su pragmatism­o con su famosa sentencia: ‘Gato blanco, gato negro, lo importante es que cace ratones’.

Entonces, en Occidente se pensaba que a la progresiva apertura económica y social de China seguiría la transición política hasta llegar a la democracia, como había ocurrido con otros regímenes comunistas tras el colapso de la Unión Soviética y con otras dictaduras de Asia. Pero esa esperanza se apagó tras la matanza de Tiananmen, con la que el régimen aplastó en 1989 las protestas reclamando reformas democrátic­as, y, más recienteme­nte, con la deriva personalis­ta del pre

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