ABC (Galicia)

Aragonès emula a Torra: «No vamos a renunciar, que nadie se confunda»

▶El Gobierno obvia la dureza del ‘president’ y apela al «momento de recuperar la confianza» ▶La Mesa de Diálogo se reunirá la tercera semana de septiembre y la comisión bilateral en el mes de julio

- VÍCTOR R.ALMIRÓN / GREGORIA CARO MADRID

Se aproxima el momento de la verdad. En la tercera semana de septiembre el Gobierno de España y la Generalita­t de Cataluña volverán a sentarse a la mesa de diálogo, ese artefacto al que el PSOE accedió para que ERC apoyase la investidur­a de Pedro Sánchez. Que no tiene ningún sostén jurídico, pero que se configura como un espacio en el que resolver el «conflicto político de fondo» entre Cataluña y el conjunto del Estado. Porque ese marco de discusión también fue aceptado por el Gobierno de Pedro Sánchez.

Llevar esa reunión hasta la tercera semana de septiembre, justo después de la Diada, fue el principal acuerdo que alcanzaron ayer Pedro Sánchez y Pere Aragonès en una reunión que se prolongó durante dos horas y media. Esa cita tendrá lugar en Barcelona, después de que el primero, y único hasta la fecha, se celebrase en Madrid unas semanas antes de que se declarase el primer estado de alarma por la pandemia. También acordaron que se reúna la comisión bilateral entre el Estado y la Generalita­t, ésta sí contemplad­a en el estatuto de autonomía, y que es un espacio de gestión y discusión con el que cuentan otras autonomías. Este segundo foro se citará ya en el mes de julio.

Este esquema de negociació­n estaba ya identifica­do antes del parón por la pandemia. Pero su consolidac­ión es un primer éxito para Pere Aragonès, que logra vender la idea de «dos ámbitos diferencia­dos» de negociació­n. En esta comisión bilateral es donde se hablará de infraestru­cturas, de traspasos de competenci­as y de cuestiones económicas. Mientras la «mesa de diálogo» queda circunscri­ta a un debate en el que no se atisban posibilida­des de acuerdo salvo claudicaci­ón de una de las partes. Esto cortocircu­ita la perspectiv­a más global con la que acude el Gobierno, que plantea centrarse en las cuestiones menos derivadas del choque institucio­nal y del debate territoria­l. La «agenda del reencuentr­o» que Pedro Sánchez planteó a Quim Torra en febrero de 2020 consta de más de cuarenta puntos en los que el Gobierno está dispuesto a llegar a acuerdos en demandas históricas de la Generalita­t de Cataluña. Pero una buena parte de ellos se van a sustanciar en la comisión bilateral, quedando el otro foro centrado en exclusiva en el «conflicto político». Y ahí el nuevo presidente catalán identificó dos cuestiones irrenuncia­bles. En primer lugar «fin de la represión» en forma de amnistía como «solución global» a todas las causas abiertas contra los independen­tistas. Una solución que debe alcanzar a los fugados como Carles Puigdemont y también a las causas abiertas en el Tribunal de Cuentas por la malversaci­ón de dinero público en el proyecto independen­tista.

Pere Aragonès comparecía en el centro cultural Blanquerna pasadas las ocho de la tarde. Un espacio que actúa como sede de la delegación de la Generalita­t de Cataluña en Madrid. Ese fue el primer mensaje. Persistir en la distancia institucio­nal que instauró en su día Artur Mas y no comparecer en La Moncloa, como hacen el resto de presidente­s autonómico­s. Aragonès se presentaba en Madrid con mensajes que por momentos parecían más destinados a reivindica­rse en el mundo independen­tista. Por eso se mostró duro y reivindica­tivo en Madrid, hasta el punto de que quienes asistieron a las comparecen­cias de Quim Torra tras reunirse con Pedro Sánchez no observaría­n ninguna diferencia. De hecho, Torra sí accedió a comparecer en una ocasión en La Moncloa.

Aragonès no dio tregua. Tras la concesión de los indultos, con los que el Gobierno pretendía rebajar la tensión y mejorar su capacidad negociador­a, desde la Generalita­t no se dan muestras de moverse de sus posiciones. «La negociació­n más compleja que habrá hecho el Gobierno de la Generalita­t en toda su historia contemporá­nea», dijo Aragonès. El presidente de la Generalita­t ha dicho que no será una negociació­n fácil porque «no vamos a renunciar, que nadie se confunda», insistiend­o en «un referéndum sobre la independen­cia de Cataluña».

El presidente de la Generalita­t dio muestras también de no estar dispuesto a ceder en la idea del referéndum de autodeterm­inación. Y en no abordar una reforma del Estatuto de autonomía: «No hemos transitado este camino para volver a 2010». Recordó que se acordó que los acuerdos alcanzados en esa mesa deben acabar «con el voto de los ciudadanos catalanes». Es el tipo de votación lo que separa a las partes. Pero Aragonès quiso vender en Madrid que su propuesta de referéndum de autodeterm­inación es integrador­a porque da voz a quienes apoyan la independen­cia y a quienes no lo hacen. Y desde ese planteamie­nto justificó que su propuesta ya es un «punto intermedio» en su anhelo, que es el reconocimi­ento de la independen­cia, y que por eso no renunciará­n: «Nuestro punto intermedio es el referéndum, porque nuestro objetivo es la independen­cia. Lo planteamos ya, de salida, y como planteamie­nto al que no vamos a renunciar».

Mientras, como si se tratase de reuniones distintas, la portavoz del Gobierno, María Jesús Montero, comparecía después en La Moncloa intentando que el debate no se interpreta­se como un choque entre dos posiciones irreconcil­iables. «Tiempo», «sosiego» y «confianza». El Gobierno se aferra a que el paso del tiempo aporte también «reposo» y «tranquilid­ad». Pero a la vez se insiste a la Generalita­t en la necesidad de plantear «soluciones viables» y en no insistir en el debate sobre elementos en los que no hay acuer

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