«Hay que plantear si los deberes en verano son una mejora pedagógica»
▶ Para Escandón, un suspenso permite, en ocasiones, que el alumno aprenda que debe esforzarse más
Enrique Escandón, experto en Educación y director de Alameda International School, asegura que el año escolar que acaba de finalizar ha sido muy intenso y complejo por la mochila emocional de los alumnos tras los meses de confinamiento. —¿Han terminado el curso reforzados por su flexibilidad para hacer frente a la adversidad o, por el contrario, han desconectado más de sus obligaciones educativas?
—En general nos tenemos que quitar el sombrero con los alumnos. Sin duda, han salido reforzados. Emocionalmente hemos tenido altibajos al enfrentarnos a algo desconocido. El pasado septiembre nos cambiaron las reglas del juego para impartir las clases, en espacios diferentes, con profesores nuevos para cubrir los diferentes grupos... Pero los alumnos han demostrado que tienen una valentía y fuerza enorme porque se han adaptado fenomenal a estos cambios y peticiones.
—Han llegado las notas finales, ¿quién sufre más cuando hay un suspenso: los alumnos o los padres? —¡Cuántas veces he escuchado de un padre: «Es que me han suspendido!». Pero, no, quien suspende es el hijo. Extrapolamos como padres lo que les sucede a nuestros pequeños por ese vínculo emocional que nos puede. Tenemos que conseguir que sean ellos los que estudien, aprueben, suspendan. Y, por otro lado, debemos tener claro que el suspenso es simplemente un momento puntual que hay que aprovechar para decirles que deben esforzarse más y cómo hacerlo. No hay que magnificar un suspenso porque es una oportunidad de mejora. Hay alumnos que lo necesitan para darse cuenta de que tienen que aplicarse. ¡Pero el estudiante, no los padres! El suspenso nos sienta mal porque implica que hay que estudiar en vacaciones, lo que es complejo. —¿Por qué hay tanto dilema cada verano respecto a si deben hacer deberes o no?
—Porque hay quienes pensamos que cuando vamos de vacaciones no nos
«En general, debemos quitarnos el sombrero con los estudiantes, han salido reforzados tras la pandemia»
gusta llevarnos trabajo. Tienen diez meses para trabajar en clase y dos para descansar, de los cuales solo uno es para estar con sus padres porque ese tiempo también es de aprendizaje, y muy importante. Sin embargo, si estamos muy pendientes de esa mala nota, de ese repaso, se crea un ambiente en casa que no nos va a ayudar a nada positivo.
Otro tema distinto es qué hacemos con el otro mes. Si los resultados académicos han sido buenos, los estudiantes pueden hacer mil actividades. ¿Qué sentido educativo tiene acabar el curso y hacer el libro de deberes si después tienen otro mes para desconectar? Es una forma de cumplir con el expediente que pide el colegio, pero pedagógicamente, ¿mejora tu hijo?, ¿ha afianzado conceptos en un mes de julio al que ha llegado cansado? Hay que medir muy bien esta herramienta pedagógica que está muy bien, pero quizá debería emplearse 15 días antes de empezar el colegio. Que un alumno sin dificultades haga deberes en vacaciones es como un castigo porque pensará que «si he hecho lo que tengo que hacer durante el curso, ¿porqué tengo que seguir con tareas en el verano? Si se estandariza esta herramienta pierde su sentido.