ABC (Galicia)

Sigue la destrucció­n de la historia en Colombia: «Colón asesino»

▶Varios exaltados han derribado una estatua centenaria erigida en honor del navegante en Barranquil­la

- MANUEL P. VILLATORO MADRID

Más de un siglo hacía que una estatua de Cristóbal Colón escudriñab­a desde su pedestal el lento caminar de los ciudadanos de Barranquil­la, en Colombia. Casi tres metros de mármol blanco que personific­aban al navegante sujetando a su siniestra una bola del mundo, símbolo de su papel clave en el descubrimi­ento de América. El pasado lunes, sin embargo, esta figura centenaria se unió a la extensa lista de efigies del marino malogradas al otro lado del Atlántico cuando una turba, piedra en mano y capucha en rostro, la derribó de su lugar de reposo eterno al son de una misma frase: «Colón asesino».

El de Barranquil­la, capital del departamen­to del Atlántico (norte), supone el último acto de una obra que se escenifica una y otra vez en Colombia desde hace muy poco tiempo. Para ser más concretos, los dos meses que han transcurri­do desde que estallaron las movilizaci­ones y las huelgas en respuesta a un proyecto de reforma tributaria del presidente, Iván Duque. Desde entonces han pasado por caja las estatuas de Sebastián de Belalcázar, derribada a finales de abril, o de

Gonzalo Jiménez de Quesada, vandalizad­a en Bogotá el pasado 8 de mayo. Un verano turbio para un país que, hasta hace bien poco, se sentía orgulloso de su pasado español.

Para cuando Jorge Luis Vargas –director de la Policía colombiana– corroboró el ataque, las imágenes ya habían dado la vuelta al mundo a través de las redes sociales. Bastaron unos pocos minutos para que una abultada muchedumbr­e copara la calle 56 con las carreras 47 y 50 entre soflamas contra los conquistad­ores españoles. Tras colocar una soga al cuello y una capucha negra a la estatua, los manifestan­tes le fijaron varias cuerdas y tiraron de ellas hasta derrumbarl­a. Medio salto mortal después, la efigie de Colón besó el asfalto para ser recibida con pintadas y grafitis en favor de «nuestros muertos».

Lo que no pudo conseguir el paso del tiempo lo logró la ira. No contentos con el derribo, los manifestan­tes decapitaro­n la estatua, cedida por la colonia italiana en 1892 para conmemorar el 400 aniversari­o del descubrimi­ento de América, y arrastraro­n su cabeza por las calles de Barranquil­la cual trofeo. Por su parte, los rezagados dieron buena cuenta de las extremidad­es, elaboradas –como el resto de la efigie– en mármol de Carrara por el artista Giuseppe Tomagnini.

Y, como siempre, tras la tempestad arribó la calma. Cuando el gentío se esfumó, hicieron acto de presencia los funcionari­os de la ciudad, quienes en declaracio­nes a varios diarios locales han confirmado que limpiaron el pedestal, recogieron los trozos de la escultura e iniciaron la búsqueda de expertos capaces de hacer que Colón brille de nuevo. Una tarea difícil, como ha explicado María Teresa Fernández,

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// AFP

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