ABC (Galicia)

El renacido Cavendish acecha a Eddy Merckx

▶ Cinco años y una depresión después, gana de nuevo y se queda a tres victorias del récord del mito

- J. GÓMEZ PEÑA

Mark Cavendish ha tenido que vivir dos veces para acercarse al récord de victorias en el Tour, 34, de Eddy Merckx. Cavendish ya tiene 31. A tres pasos del mejor ciclista de la historia. Los 30 primeros triunfos los consiguió hasta 2016, antes del apagón. Una mononucleo­sis le ablandó las piernas y una depresión le nubló el ánimo. «Estaba todo oscuro. Ahora ya estoy al otro lado», dijo al recomenzar su carrera ciclista. Pero ya no era el que fue. El año pasado se sintió al final de su vida deportiva. Hasta se despidió del ciclismo. «Pensé que ya no iba a volver al Tour», confesó. A última hora suplicó un hueco en su viejo equipo, el Deceuninck. Y Patrick Lefevere, el patrón que tan bien le conoce, le ofreció un maillot si traía un patrocinad­or que costeara su sueldo. Una última oportunida­d. La aprovechó ayer al esprint en la meta de Fougeres, donde también había ganado en 2015, en su primera vida. Merckx aún tiene quien le aceche, el renacido Cavendish.

En la meta lloraba como un niño con su mejor regalo. Entre abrazos de sus compañeros. «Yo sólo soñaba con volver a esta carrera», repetía. A su edad, 36 años, y tras tanto tiempo lejos de los más rápidos, parecía imposible su retorno. De hecho, supo que iba a estar en esta edición la semana anterior a la salida. El velocista del equipo, Sam Bennett, dijo tener una lesión de rodilla. Lefevere, harto de él y de sus excusas, lo apartó. Bennett tiene un acuerdo para irse al Bora. Lefevere no paga traidores y llamó a Cavendish para ocupar su plaza. Por ese rebote del destino Cavendish pudo ganar en Fougeres.

Por eso y porque al belga Brent Van

Moer, en fuga con el francés Perichon desde la salida en Redon, se lo tragó la última recta. A Van Moer le sientan mal los finales así. El 31 de mayo, en el

Estar dentro del pelotón del Tour es como vivir en medio de un avispero cabreado. Todo zumba. Los oídos de los ciclistas no dan abasto. El griterío del público, el ‘toctoctoc’ de los helicópter­os, las voces de los directores gritándole­s datos y órdenes que les taladran las orejas. Los corredores son hoy como avatares en una videoconso­la movidos por un mando a distancia. Si a ese cóctel cargado de estrés y casi violencia se le suma un recorrido estrecho, lleno de curvas y con un final en descenso, todo puede explotar. Y eso sucedió el lunes.

Por toda esa sangre, el pelotón hizo ayer un plante. Un minuto de silencio entre tanto ruido. Después, durante diez minutos, la marcha fue lenta. Para que todos reflexiona­ran. En cuanto se acabó la breve huelga, Perichon y Van Moer montaron la fuga camino de Fougeres, la meta donde en 2015 venció Cavendish y donde ha repetido para quedarse a tres peldaños de la estatua más alta de este deporte, Merckx.

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