Putin sin fronteras
Esta vez, las amenazas implícitas del Kremlin van mucho más allá de una invasión de Ucrania
Vladímir Putin lo está volviendo a conseguir. Estos días tan cínicos –en la recta final de los desesperados intentos para negociar las exigencias del Kremlin que en la práctica suponen una rendición incondicional de la OTAN y el vasallaje de Europa del Este– Rusia monopoliza de nuevo la atención de Occidente. Es como si en un imaginario pero reñido concurso para proclamar al enemigo número uno del orden liberal internacional, Moscú hubiera conseguido temporalmente arrebatar el liderazgo ganado a pulso por China.
Para toda persona con un cociente intelectual por encima de la temperatura ambiente resulta más y más difícil creerse la gran mentira de que el Kremlin ha forzado esta crisis en defensa propia. Por mucho que se empeñen los sicofantes apologistas del putinismo, y demás terraplanistas geopolíticos, en repetir la patraña de que Rusia solo responde a una amenaza existencial contra su seguridad. Y además es víctima de una histérica e injusta rusofobia que atribuye las más siniestras intenciones a esta ejemplar democracia iliberal.
Mientras Estados Unidos y sus aliados realizan simulaciones sobre qué puede decidir un régimen empeñado en comportarse como lo más parecido a un gánster, el problema es que esta vez las amenazas de Moscú van mucho más allá de las puertas de Europa. Un Putin sin fronteras y con medios ‘militarestécnicos’ parece no conformarse con asaltar Ucrania con sus tanques cuando el actual barro impracticable se convierta en hielo.
Como parte de la oferta imposible de rechazar del Kremlin, los emisarios de Putin han dejado caer la opción de no solo de multiplicar su presencia militar en América Latina sino también desplegar armas nucleares en las cercanías de Estados Unidos. Esto reduciría los tiempos de respuesta a unos fugaces cinco minutos, recreando la crisis de los misiles cubanos de 1962. Todo un recordatorio de que Putin, pese a sus evidentes debilidades, es perfectamente capaz de generar una enorme disrupción a través de lo que él mismo ha descrito como una respuesta «asimétrica, rápida y dura».