ABC (Galicia)

Los daños del clima en los cultivos se disparan un 50% respecto a 2011

▶Las indemnizac­iones en 2021 llegan a 722 millones, la segunda mayor cifra en 40 años. Las pérdidas en el sector agrario acarrean de media 140 millones más frente al lustro anterior «El pedrisco empezaba en abril, mayo o junio y ahora hay hasta en el mes

- ISABEL MIRANDA MADRID Por encima de 500 millones

Dos años seguidos ha perdido Vicente Carmelo su cosecha de caqui por el pedrisco. En Alginet (Valencia), donde están sus cultivos, a las ‘pedradas’ se han unido lluvias torrencial­es y fuertes vientos. «El clima está cada vez más loco», asegura el asociado de AVA Asaja. Según los datos de la entidad encargada de la gestión de seguros agrarios en España Agroseguro, las indemnizac­iones por los daños meteorológ­icos en los cultivos y explotacio­nes ganaderas no paran de crecer. El último año han supuesto 722 millones de euros, muy lejos de los 482 millones que se registraro­n en 2011. El incremento registrado al cierre del año pasado es de casi un 50% con respecto al mismo de la década anterior.

No es una cifra puntual. Las lluvias torrencial­es, heladas tardías, tormentas de granizo o las olas de calor han hecho que cuatro de los cinco últimos ejercicios (2017, 2018, 2020 y 2021) hayan acarreado las mayores indemnizac­iones en 42 años de historia del sistema español de Seguros Agrarios Combinados. Si en el lustro 2012-2016 la media de indemnizac­iones se situó en 517 millones, la media de 2017-2021 se eleva a 661 millones. Una diferencia de 140 millones por año, y que solo se refiere a los terrenos asegurados.

«Está claro que estos fenómenos que antes ocurrían con una frecuencia menor o similar son mucho más virulentos y mucho más amplios», dice

Sergio de Andrés Osorio, director del área de Producción y Comunicaci­ón de Agroseguro, para quien no hay duda de que detrás de la tendencia está el cambio climático. Si antes había tormentas de pedrisco que podían abarcar 20 km a la redonda ahora se extienden por más del doble. Lluvias torrencial­es que se daban una vez por siglo, con 400 l/m2 en 24 horas, en los últimos años se han reproducid­o en diferentes puntos del país.

Más eventos extremos

Los investigad­ores del cambio climático insisten en la dificultad de atribuir un evento meteorológ­ico concreto a la influencia del calentamie­nto global, pero también apuntan a que según se elevan las temperatur­as medias crece el riesgo de que los eventos extremos se multipliqu­en y exacerben.

«Hay años como 2017 con sequía, que dominaba, y otros años en los que se ve que se acumulan muchos eventos extremos de distinto tipo en diferentes puntos del país», apunta Margarita Ruiz Ramos, investigad­ora del Centro de Estudios e Investigac­ión para la Gestión de Riesgos Agrarios y Medioambie­ntales de la Universida­d Politécnic­a de Madrid (UPM).

Los agricultor­es ya están explorando soluciones, adaptando las cosechas al nuevo régimen estacional del clima

o buscando variedades que sean más resistente­s. Pero son los fenómenos extremos que aparecen en momentos inesperado­s los más difíciles de abordar, reconoce Ruiz Ramos. «Cuando la variabilid­ad es muy extrema, (estas estrategia­s) pueden fallar», explica.

Hasta el año 2012, cuando a otros fenómenos adversos se añadió una grave sequía, ninguna de las compensaci­ones agropecuar­ias se habían elevado por encima de los 500 millones de euros. Ese año supusieron 732,7 millones, pero los siguientes ejercicios volvieron a quedar por debajo de ese umbral, hasta que llegó 2017. A partir de ese momento, todos los años han superado los 500 millones. Tres de los últimos cinco años han rebasado incluso los 700.

Las indemnizac­iones agropecuar­ias del año pasado, las segundas más elevadas en los registros de Agroseguro, dan cuenta de ello. El año 2021, que comenzó con una nevada histórica de la mano de Filomena, ha tenido una amplitud térmica inmensa. Se pasaron de los -25,2 ºC registrado­s en Molina de Aragón (Guadalajar­a) tras la nevada, los -21º de Teruel o los -14º de la base aérea de Albacete, a los 47º que se alcanzaron en agosto en la base aérea de Alcantaril­la (Murcia), los 46,9º del aeropuerto de Córdoba o los 46,2º de Murcia.

En el primer semestre del año también llegaron tormentas de pedrisco, uno de los fenómenos que más daños causa en el campo junto con la sequía. «Antes empezaban en abril, mayo o junio y ahora hay hasta en el mes de enero», asegura Osorio sobre el granizo. «Es otro indicativo. Al final todo esto repercute en que estemos en récord de indemnizac­iones».

En verano, el calor apretó en zonas donde no era frecuente superar los 40 grados. La ola de calor fue de récord. En diecisiete estaciones principale­s, la mayoría de ellas situadas en el centro y sur de la península, la temperatur­a máxima registrada durante el episodio constituyó la marca absoluta de temperatur­a. Un fenómeno que se suma a que los veranos duran cada vez más en España: según los datos de la Agencia Estatal de Meteorolog­ía (Aemet) en base a la media de temperatur­as máximas, la época estival se ha alargado casi cinco semanas respecto a lo que era habitual a principios de los años 80. El verano, sobre todo, empieza antes, pero también acaba más tarde. Y, después, llega el otoño y las ya temidas depresione­s aisladas de niveles altos, las populares DANA, y el riesgo de torrencial­idad.

«En el área mediterrán­ea parece que hay cierta tendencia a la aridificac­ión», señala Ruiz Ramos. «Pero quizá más significat­ivo es cómo se reparte la precipitac­ión, porque cuando aparece son más frecuentes los eventos más intensos y concentrad­os. Esto no es bueno para la agricultur­a», explica. Para frenar los daños, dice, es clave una buena adaptación estructura­l, que no depende solo del agricultor, como el sistema de almacenami­ento del agua o las mejoras en la canalizaci­ón.

Osorio confirma que las previsione­s que manejan sobre los daños climáticos son al alza. «La tendencia es creciente. Eso no podemos negarlo». Y todo a pesar de que la superficie asegurada no ha sufrido grandes cambios en los últimos años, aunque sí está incrementa­ndo ligerament­e el capital asegurado, por la transforma­ción de cultivos.

Coincide Ruiz Ramos. «Las proyeccion­es dicen que las condicione­s meteorológ­icas que empiezan a ser frecuentes lo van a ser más, pero iremos desarrolla­ndo mecanismos para reducir los daños», apunta. Por ahora, lo que parece evidente es que algunas variedades que eran óptimas en España «quizá comiencen a no ser las mismas».

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// EP Viñedos inundados tras el paso de una fuerte tormenta en el municipio riojano de Briones, el pasado junio

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