ABC (Galicia)

Afición de primera, equipo en el pozo

▶El Deportivo, con 13.000 aficionado­s de media, seguirá otro año fuera de la élite

- IVÁN MARTÍN

Antes de las seis de la tarde del pasado sábado, La Coruña era una ciudad ilusionada. El Deportivo, tras dos temporadas de rubor en la categoría de bronce, estaba ante un partido en su estadio de recuperar su orgullo, regresar a Segunda y, a su vez, al fútbol profesiona­l. Enfrente tenía al Albacete, otro club impropio de la Primera RFEF entrenado por Rubén de la Barrera, coruñés y entrenador del Deportivo el curso pasado, aquella convulsa temporada donde los de blanco y azul tampoco ascendiero­n. El desenlace ya lo conocen, los manchegos empataron en los últimos minutos (cuando Borja Jiménez retiró del campo a sus mejores hombres) y remataron la machada en la prórroga. A los gallegos les valía el empate para volver a Segunda, pero una vez más, el drama invadió Riazor.

De nada les sirvió ser el equipo más rico de la categoría; de nada sirvió que la asistencia al estadio durante la campaña superara a varios equipos de Primera (13.000 hinchas de media) y que una marea blanquiazu­l protagoniz­ara el paseo marítimo en la previa de la final; de nada sirvió su escudo y su vitola de club histórico.

Dudas desde febrero

Con la derrota ante el Albacete, el antaño campeón de Liga confirmó un fracaso que se anunciaba desde febrero como una ola rompiendo en el horizonte. El Dépor comenzó la campaña contento, llegó líder al 2022 y en la jornada 20 tenía seis puntos de ventaja sobre el segundo clasificad­o, el Racing: el ascenso por la vía rápida era el objetivo primario. Sin embargo, una semana después, las insegurida­des tocaron en su puerta. El Racing vencía 0-1 en Riazor y comenzaba una racha de tres derrotas consecutiv­as para un atónito Dépor. Los cántabros le robaron el liderato y no lo soltaron jamás. Mientras tanto, el cuadro coruñés vivió en la irregulari­dad, cedió una barbaridad de puntos a domicilio e incluso fue abofeteado por el Celta B; el filial de su antagonist­a le endosó un 2-1 para regocijo de los de la Rías Bajas.

Con la bala del ascenso directo malograda y después de una segunda vuelta sinuosa, el Deportivo, inevitable­mente, quedaba relegado a las incertidum­bres del playoff. Al finalizar segundos en la liga, las eliminator­ias a partido único se jugaban en su casa ante una hinchada entregada a la causa pese a los desplantes de su equipo en el verde. De hecho, en la semifinal ante el Linares, el aliento del estadio oceánico llevó a los suyos en volandas hacia el 4-0. Pero el sábado, a pesar de dominar el marcador hasta el minuto 82, el Albacete de De la Barrera fue mejor equipo. Ahora, mientras La Coruña llora, el futuro del club y de su entrenador es incierto; un proyecto diseñado para regresar al fútbol profesiona­l ha muerto en la orilla.

Campeón de Liga en 2000, matagigant­es en la final de Copa del Rey de 2001, el ‘centenaria­zo’, y poseedor de varias de las plantillas más excitantes de principios de siglo, el Deportivo cumplirá un lustro en el ostracismo. La siguiente será su tercera campaña en el tercer escalón del fútbol español, un laberinto tenebroso para un club acostumbra­do a otras comodidade­s. Eso sí, su afición nunca le dará la espalda. Riazor volverá a llenarse el año que viene.

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// EFE Adrián Lapeña, defensa del Deportivo, lamenta una ocasión frustrada

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