ABC (Galicia)

Tormenta blanca en Barcelona

▶El Real Madrid, liderado por un Hanga estelar, toma el Palau y se lleva el primer partido de la final

- PABLO LODEIRO MADRID

Llovió en Barcelona y lo hizo con fuerza. El Real Madrid inició las finales de la Liga Endesa con unas de las mejores actuacione­s de la temporada. Potente victoria en el Palau azulgrana ante un Barcelona que se vio sobrepasad­o en todas y cada una de las parcelas del juego. Un ejercicio defensivo de élite dio paso a un festival ofensivo de los blancos, que no tuvieron piedad, fueron hacer daño, lo que toca cuando el título de liga está en juego. Hanga fue un líder majestuoso, genial la temporada del húngaro, crecido desde que Laso, ante la falta de efectivos por las lesiones en el puesto de base, le dio la batuta del equipo. Los centímetro­s de Tavares, Poirier y Yabusele generaron jaquecas constantes para los azulgranas y Causeur, con su fino baloncesto, puso la puntilla en una noche formidable para los blancos. Los catalanes maquillaro­n el resultado con un buen último cuarto, tocados en el orgullo, con ganas de demostrar que el partido solo fue un accidente y que tienen ganas de luchar, pero el colchón era demasiado amplio para el Madrid.

Mirotic se mostró famélico desde el inicio y descorchó la final con cinco puntos antes de que se cumpliese el primer minuto de juego. No concedió más el Madrid, menos al montenegri­no, al que le provocó tres pérdidas en los tres siguientes balones que tocó. El cuadro dirigido por Chus Mateo quiso hacer suyo desde el principio un territorio tan hostil como el Palau. Impactante puesta en escena de los blancos, muy físicos a la hora de proteger su zona y muy acertados en la circulació­n y en el tiro. Causeur y Hanga son el alma de este Madrid y la pareja contagiaba de su colmillo al resto de compañeros. Hasta el joven Núñez se animaba a atacar el apetecible aro azulgrana. Solo Higgins acertaba en el bando local, absolutame­nte a merced de su archienemi­go en los albores de la final.

Laprovitto­la amarró el estimulant­e nada más comenzar el segundo cuatro con un triple de mago, de los que acostumbra. El golpe de vuelta fue inmediato, increíble baile de Rudy a Abrines antes de sumar otros tres puntos. Manejaba a su antojo el Madrid el campo anímico, tenía mucha malicia en sus ojos, buscaba un golpe de autoridad con el que marcar a fuego el resto de la serie. Kuric, tras unos playoffs nefastos en el tiro, comenzaba a afinar la muñeca y daba algo de autoestima a los catalanes. Intensidad enfriada por una gravísima lesión de Randolph, a la que la rodilla le giró en exceso. Un escalofrío recorrió el recinto, pero el calor no tardó en volver. Hanga

Calathes (6) Higgins (4) Hayes (2) Mirotic (13) Smits (8)

Laprovitto­la (15) Davies (7) Abrines (0) Kuric (12) Jokubaitis (8) S. Martínez (0)

Anthony Randolph sufrió una grave lesión en la rodilla en el segundo cuarto.

(16 puntos en la primera parte) fue el que prendió la hoguera con un triple estratosfé­rico, de los que ha convertido en rutina durante esta postempora­da. Abandonó por la puerta de atrás el Barcelona el pasado verano y ahora es el caudillo del Madrid. Cosas de la vida. Los de la capital convertían en un laberinto su zona y se volvían colosos en el otro laso de la pista, todos los rebotes iban hacia sus manos. Combinació­n que les daba al descanso la amplia ventaja de 18 puntos.

Deck era una anguila, indetectab­le por la defensa catalana, mientras que la conexión Calathes-Mirotic, la que le dio al Barcelona el sufrido pase ante el Joventut, luchaba contra la marea, rema que te rema, para que su equipo no se quedase atrás en el marcador. Causeur se convertía en fino rinoceront­e, pues sus deliciosos movimiento­s acaban con un golpe contundent­e golpe en la red rival, y Tavares sumaba ante la falta de centímetro­s de la defensa azulgrana, algo coja con la baja de Sanli. Apretaba el Palau pero el partido era un festival muy blanco, serio y ostentoso a partes iguales, de los mejores partidos del Madrid en su tortuosa temporada.

Sin respuestas

Núñez, virtuoso y descarado, movía los hilos del Madrid, que siempre encontraba el espacio y el cuchillo para resquebraj­ar a la defensa del Barcelona. El bonus les dios a los de Jasikevici­us algo de vida y en el último cuarto se envalenton­aron, poseídos por el orgullo que les proporcion­aba su público y la eléctrica actuación de Jokubaitis, desapareci­do en los últimos meses de temporada pero muy acertado en los últimos compases de final. Un 12-0 de parcial calentó la olla y el Barcelona tuvo una reacción muy digna, pero demasiado tardía. Los blancos supieron gestionar su ventaja y la pequeña rebelión azulgrana quedó en anecdótica. Mañana, el Palau exigirá revancha en el segundo asalto.

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// EFE Hanga, a la derecha, resultó decisivo en el triunfo del Real Madrid

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