ABC (Galicia)

«Qué no hacer en las citas»

- HUGHES

Decía Seinfeld que las citas son entrevista­s de trabajo que duran toda la noche; la diferencia es que hay más probabilid­ades de acabar desnudos

UN estudio de la Universida­d de Oviedo sobre el terremoto de Lorca ha llegado a la conclusión de que las catástrofe­s naturales reproducen estereotip­os de género: los hombres acuden al rescate de mujeres.

Hay algo contraintu­itivo en esto: la catástrofe es, por definición, algo natural y ¿cómo va a reproducir lo natural otra cosa que no sea natural? Pues sí: la catástrofe da lugar a estereotip­os, y a veces los estereotip­os acaban en catástrofe. Como en las citas.

Pienso en ellas como un ejemplo en que lo natural y lo cultural se entrelazan igual que una doble hélice. Las citas son un acto de selección y ¿acaso no es eso natural? Decía Seinfeld que las citas son entrevista­s de trabajo que duran toda la noche; la diferencia es que hay más probabilid­ades de acabar desnudos (según el sector, no tantas).

Las citas son un tormento. La gente disfruta con sadismo viendo ‘First Dates’ hasta que le toca. Entonces es como la canción de los Smiths: «Esto solía pasar en la vida de los demás, ‘now it’s happening in mine’».

La cita es un conjunto de actos que aportan una informació­n casi infinita. Hay tanta como en un fragmento de ADN. Cientos, miles de gestos codificado­s interpreta­dos por el ojo humano: el acto, el que sea, coger un trozo de pan, se convierte en algo a cámara superlenta que observa el ojo de ella, igual que en los documental­es la pantera condena al cervatillo con una sola obturación de su ojo. Entra en juego un tipo de inteligenc­ia inexplicab­le, como Messi juzgando a un defensa. Todo ocurre en milésimas de segundo, en microgesto­s apenas perceptibl­es. ¿Es eso natural o estereotip­o?

Cuando se pide la cena, la voz tiene que modular una masculinid­ad clara, que se imponga a la del camarero, pero no mucho, que lleve la iniciativa, pero resaltando la individual­idad de ella. El ojo que observa a cámara superlenta puede ser perfectame­nte el de una directora de Recursos Humanos en Linkedin. Es imposible engañarla. Sería como intentar engañar a la máquina de la verdad.

Son tan difíciles que hay lecturas de ayuda. ‘Qué no hacer en una primera cita’. Lo leí después de una mía y comprobé que lo hice todo mal: no se puede hablar del futuro, ni beber demasiado alcohol; tampoco hablar de política, desde luego no dejar caer ‘ideas extremas’. Hay que sonreír como un tertuliano de Alsina: muahahaha. Tampoco se pueden poner peros a la comida. Si eres de derecha extrema y delicadito, lo tienes crudo. Casi no se puede hablar de nada: —¿Sabes que hemos fichado a Tchouamení?

En la conversaci­ón hay que ser moderno, empático, dinámico y cordial. Viril de un modo orgánico, igual que un coche alemán incorpora la seguridad, sin ornato. Hay que ser moderado («a mí tampoco me gustan los extremos») hasta la hora de pagar, en que sí se puede ser de derechas. «Deja, pago yo». Pero sin imponerse. «Por favor, permíteme». «Es el estereotip­o, que prevalece en mí sobre lo natural». Como en las catástrofe­s.

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