Casi mejor que siga Sánchez
En el oasis sanchista nadie acecha a ministros en su casa ni patea policías
Todavía vamos a tener suerte de que sea Sánchez quien gobierne. La pobreza energética dejó de existir el mismo día en que triunfó la moción de censura, que fue el mismo día también en que se acabaron los desahucios, la tragedia de los suicidios, la indigencia, las entregas en caliente de inmigrantes, las batas blancas, las mareas verdes y los hombres de negro. Emergió el carmín rojo, chulísimo y antifranquista de Yolanda, los escraches quedaron como una reliquia en YouTube, y la venta de cacerolas para rodear el Congreso cayó en picado. Ya no hay desfavorecidos, nadie necesita a Cáritas, la gasolina se paga como el whisky solo por la usura de las multinacionales, la prima de riesgo no existe en los telediarios, y la electricidad cuesta lo mismo que en 2018. Con Sánchez, es un éxito que Biden te dedique 28 segundos, y no hay mangantes. Y si los hay, se sientan en escaños de la oposición. Es un país sin prostitutas, de indultos merecidos, y los toreros ya no son criminales a los que amenazar. En el oasis sanchista nadie acecha a los ministros en su casa, nadie incendia contenedores y nadie patea policías. Nadie se encadena a las puertas de los bancos, los jueces excarcelan a hombres de paz con pistola, y los pensionistas juegan al dominó. Y la violencia machista, que no de género, decae aunque los tribunales demuestren lo contrario. En esta idílica paz social, la gente saborea los discos de Hásel, la Universidad ya no necesita alertas antifascistas, y el ‘stop recortes’ es un vestigio del pasado.
Si un día la derecha regresa, las calles serán un infierno de terrorismo machista, habrá racismo con los inmigrantes, la capilla de la Complutense será de nuevo un divertimento de podemitas ociosos, los sindicatos serán sindicatos y no rebaños de mansedumbre ovina, regresará el acoso sexual libre, y las manadas de violadores serán excarceladas porque la derecha siempre gustó de las penas bajitas. Habrá pobreza energética, entonces sí, e injusticia social. Las batas blancas serán desempolvadas, y Yolanda cambiará de estilista y fular para parecerse más a Pepe Álvarez, unos días más palestino y otros más cuqui y eso.
Habrá encadenamientos a las puertas de Moncloa, huelgas de hambre, el Ejército tendrá generales franquistas y no ‘oenegistas’ como ahora, y la vivienda será inasumible, excepto en Galapagar, tierra de heraldos y herederos. Los alumnos dejarán de saber que Sánchez es la democracia porque su sonrisa y su ‘vota PSOE’ saldrán de los libros de texto, y tendrán que volver a memorizar las cosas del glorioso alzamiento del 36. Qué pereza. Casi mejor que siga Sánchez y nos ahorramos disgustos. Lo único que le salió mal fue la almendrita de Fernando Simón, pero bastará con que, a la próxima pandemia, la mastique bien.