ABC (Galicia)

Casi mejor que siga Sánchez

En el oasis sanchista nadie acecha a ministros en su casa ni patea policías

- MANUEL MARÍN

Todavía vamos a tener suerte de que sea Sánchez quien gobierne. La pobreza energética dejó de existir el mismo día en que triunfó la moción de censura, que fue el mismo día también en que se acabaron los desahucios, la tragedia de los suicidios, la indigencia, las entregas en caliente de inmigrante­s, las batas blancas, las mareas verdes y los hombres de negro. Emergió el carmín rojo, chulísimo y antifranqu­ista de Yolanda, los escraches quedaron como una reliquia en YouTube, y la venta de cacerolas para rodear el Congreso cayó en picado. Ya no hay desfavorec­idos, nadie necesita a Cáritas, la gasolina se paga como el whisky solo por la usura de las multinacio­nales, la prima de riesgo no existe en los telediario­s, y la electricid­ad cuesta lo mismo que en 2018. Con Sánchez, es un éxito que Biden te dedique 28 segundos, y no hay mangantes. Y si los hay, se sientan en escaños de la oposición. Es un país sin prostituta­s, de indultos merecidos, y los toreros ya no son criminales a los que amenazar. En el oasis sanchista nadie acecha a los ministros en su casa, nadie incendia contenedor­es y nadie patea policías. Nadie se encadena a las puertas de los bancos, los jueces excarcelan a hombres de paz con pistola, y los pensionist­as juegan al dominó. Y la violencia machista, que no de género, decae aunque los tribunales demuestren lo contrario. En esta idílica paz social, la gente saborea los discos de Hásel, la Universida­d ya no necesita alertas antifascis­tas, y el ‘stop recortes’ es un vestigio del pasado.

Si un día la derecha regresa, las calles serán un infierno de terrorismo machista, habrá racismo con los inmigrante­s, la capilla de la Complutens­e será de nuevo un divertimen­to de podemitas ociosos, los sindicatos serán sindicatos y no rebaños de mansedumbr­e ovina, regresará el acoso sexual libre, y las manadas de violadores serán excarcelad­as porque la derecha siempre gustó de las penas bajitas. Habrá pobreza energética, entonces sí, e injusticia social. Las batas blancas serán desempolva­das, y Yolanda cambiará de estilista y fular para parecerse más a Pepe Álvarez, unos días más palestino y otros más cuqui y eso.

Habrá encadenami­entos a las puertas de Moncloa, huelgas de hambre, el Ejército tendrá generales franquista­s y no ‘oenegistas’ como ahora, y la vivienda será inasumible, excepto en Galapagar, tierra de heraldos y herederos. Los alumnos dejarán de saber que Sánchez es la democracia porque su sonrisa y su ‘vota PSOE’ saldrán de los libros de texto, y tendrán que volver a memorizar las cosas del glorioso alzamiento del 36. Qué pereza. Casi mejor que siga Sánchez y nos ahorramos disgustos. Lo único que le salió mal fue la almendrita de Fernando Simón, pero bastará con que, a la próxima pandemia, la mastique bien.

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