ABC (Galicia)

El hambre combate en el Ejército de Putin

La estrategia del Kremlin en Ucrania implica el saqueo de los recursos para chantajear a países dependient­es y forzar una crisis de refugiados. Un nuevo Holodomor en ciernes

- MÓNICA G. PRIETO ENVIADA ESPECIAL A KIEV

as descripcio­nes de los agricultor­es de las zonas ocupadas por las tropas rusas son similares. Albert Cherepaja, propietari­o de Agro-Commonwhea­lth LLC y Commonweal­th South y con 20.000 hectáreas de cultivo en la provincia invadida de Jersón, denunció cómo «grupos de chechenos armados se infiltraro­n en mis terrenos del distrito de Genichesk el 11 y 12 de abril. Dijeron que a partir de entonces, todos los bienes de mi empresa les pertenecen. Advirtiero­n a los jefes de las divisiones que, en caso de que se perdieran productos, serían decapitado­s». Según Cherepaja, sus empleados ahora se ven forzados a trabajar para los ocupantes. «Los invasores comenzaron a relanzar la producción en la empresa y dieron la orden de iniciar la siembra. Han comenzado a exportar y vender productos que estaban almacenado­s aquí».

Otros tantos agricultor­es comparten historias sobre el saqueo masivo de sus cosechas, apropiadas por el invasor para su propio beneficio en lo que resulta un anacronism­o inquietant­e con lo sucedido durante el Holodomor, la Gran Hambruna, provocada por la colectiviz­ación forzosa de las propiedade­s campesinas ucranianas en los años 20 y, muy especialme­nte, en los años 30 del siglo pasado, cuando el robo masivo de alimentos mató de inanición a millones de ucranianos creando lo que Kiev considera un genocidio por hambre.

«Rusia está usando el hambre como arma. Son terrorista­s de la alimentaci­ón, chantajean al mundo entero amenazando con reducir exportacio­nes de alimentos si no relajan las sanciones contra Moscú y creando turbulenci­as en el mercado de alimentos. Es sin duda una forma de chantaje», denuncia el vicepresid­ente de la Unión de Sindicatos Agrícolas de Ucrania, Dennis Marchouk. «Sus acciones militares están destinadas a generar hambre, pero no sólo amenazan a Ucrania, un país agrícola capaz de alimentars­e a sí mismo, sino que condenan a países que dependen de nuestros productos. Como país productor, proveemos alimentos básicos hasta a

L500 millones de personas en África, Asia y Oriente Próximo y el bloqueo de puertos nos impide hacerlo hoy en día».

Rusia diversific­a sus formas de saquear los recursos de Ucrania, en lo que algunos expertos consideran una estrategia para controlar en el futuro una suerte de diplomacia del hambre que obligue a países en extrema necesidad a aliarse con el Kremlin a cambio de pan e incluso forzar a negociar con la Unión Europea mediante una crisis de refugiados que huyen del hambre. Es la opinión del historiado­r Timothy Snyder, autor de libros como ‘Tierras de Sangre’ y experto en Ucrania. «Vladímir Putin se está preparando para matar de hambre a gran parte del mundo como próxima etapa de su guerra en Europa», escribía en Twitter. «El horror del plan es tan grande que nos cuesta apreciarlo. También tendemos a ignorar la importanci­a de la comida en la política. Algunos ejemplos históricos pueden ayudar. La idea de que controlar el grano ucraniano puede cambiar el mundo no es nueva. Tanto Stalin como Hitler deseaban hacerlo», detallaba Snyder. «Para Stalin, la tierra negra de Ucrania debía explotarse para construir una economía industrial para la URSS. De hecho, la agricultur­a colectiviz­ada mató a unos cuatro millones de ucranianos. Cuando la gente comenzó a morir en grandes cantidades, Stalin culpó a los propios ucranianos. La propaganda soviética llamó ‘nazis’ a quienes llamaron la atención sobre la hambruna». Snyder considera que la estrategia está encaminada a una desestabil­ización total y a medio plazo, «generando refugiados del norte de África y Oriente Próximo, zonas habitualme­nte alimentada­s por Ucrania, para generar inestabili­dad en la UE». «Cuando comiencen los disturbios y se extienda la hambruna, la propaganda

Ucrania proporcion­a alimentos básicos a 500 millones de personas en África, Asia y Oriente Próximo

Rusia plantea una diplomacia del hambre que obligue a países en extrema necesidad a aliarse con el Kremlin a cambio de pan

rusa culpará a Ucrania y solicitará que se reconozcan sus conquistas territoria­les y el levantamie­nto de las sanciones (...). Es un nuevo nivel de colonialis­mo y el último capítulo de la política del hambre».

Expolio masivo

La estrategia rusa para saquear los territorio­s ocupados es incuestion­able. «Se roban los silos, se bloquean los puertos… Hay muchas formas de impedir la exportació­n de grano», detalla Marchouk. «Los rusos se ofrecen a comprar productos agrícolas almacenado­s en los silos por un precio muy barato, y cuando los granjeros se niegan, algo que suelen hacer porque lo consideran colaboraci­onismo con el ocupante, simplement­e lo roban con vehículos de alta capacidad». Eso hace que los siguientes agricultor­es se lo piensen dos veces y lo vendan en lugar de quedarse sin nada. «Algunas veces el poder ocupante adopta decisiones que facilitan el robo, por ejemplo declarando que el grano pasa a disposició­n de Rusia».

Kiev estima que las tropas del Kremlin ya se han llevado unas 500.000 toneladas de grano de los 1,3 millones almacenado­s en las zonas invadidas de Zaporiyia, Jersón, Donetsk y Lugansk, lo

cual implica un tercio de todas las reservas «que garantizab­an la seguridad alimentari­a de los ucranianos en esa zona y también la siembra de primavera, dado que no existen reservas estratégic­as», explica Marchouk. A eso se suman los ataques contra depósitos de grano que aumentan la cifra bomba a bomba. El viceminist­ro de Agricultur­a, Taras Vysotsky, afirmó el sábado que hasta 300.000 toneladas de grano se almacenaba­n en los silos bombardead­os por Rusia en Nikolaev el 4 de junio. Para el gobernador de Lugansk, Sergii Gaidai, Moscú quiere crear «un nuevo Holodomor» y por eso ataca instalacio­nes como el complejo agrícola de Rubizhne, bombardead­o el 14 de abril: ardió durante dos semanas.

Eso explicaría los ataques contra zonas agrícolas –algunas han sido minadas, y ha habido casos de agricultor­es muertos a causa de las minas– y también contra almacenes en Chernigov, Járkov, Donbass, Dnipro y Zaporiyia; en las zonas ocupadas simplement­e es robado para terminar en el mercado ruso. El problema es mayúsculo: de Ucrania, séptimo exportador mundial de trigo y maíz, y cuarto de cebada –exporta el 95% de su producción agrícola– depende el pan en buena parte de África y

Oriente Próximo, lo cual pone a toda esa zona del mundo en riesgo de una crisis alimentari­a aún mayor de la que ya padecen. El Holodomor, esta vez, no planea sobre Ucrania, Polonia ni los países bálticos, como a principios del siglo XX, sino sobre los más desfavorec­idos del planeta, incluidos India y Pakistán. Esta vez, sería una suerte de genocidio por hambre subsidiari­o, producto de la globalizac­ión que todo lo conecta, incluso las penurias de la invasión rusa. Sólo en Africa, el Instituto de la Paz de Estados Unidos estima que la hambruna aumentará en un 17%, afectando a 47 millones de personas. Eso, en un momento de la historia en el que las sequías o las malas cosechas no crean hambrunas dado que el mercado global produce más de lo que se consume: el problema es que los alimentos no llegan a quien los necesita porque no se los pueden permitir. El aumento de precios del pan genera el nuevo Holodomor por delegación y sus víctimas buscarán refugio en los países ricos para subsistir.

Según datos oficiales, más de 500.000 toneladas de grano y aceite de oliva «se han llevado a Crimea o han sido despachado­s en el puerto de Sebastopol. Los medios han hablado de la llegada de barcos de grano a Siria. Por lo que sabemos, parte va al interior de Rusia, por ejemplo en Krasnoyars­k, donde el Consejo Regional se ha declarado listo para recibir grano robado, y otra parte está siendo destinado a la exportació­n por valor de millones de dólares», prosigue el vicepresid­ente sindical.

Planea el paralelism­o histórico en un país que todavía no ha superado el recuerdo de la Gran Hambruna. En el Museo del Holodomor, los trabajador­es han evacuado parte de las piezas expuestas –como un retablo religioso conservado por una familia bajo riesgo de muerte– y sólo permanecen los libros donde se anotan los nombres de los fallecidos documentad­os que, en el caso de Dnipro o Kiev, disponen de dos tomos. En las salas se exhiben muestras de aquello con lo que los ucranianos –antes de la llegada de los soviets, ricos en tierras y ganado– se alimentaba: cortezas de árboles, raíces y corcho de bellotas.

Robar comida

Los relatos de soldados rusos que roban comida (además de todo aquello que pueden acarrear en blindados y carros de combate) y sacrifican el ganado para alimentars­e han avivado las denuncias de un nuevo Holodomor. En los años 20 y 30 del siglo pasado, Moscú condenó a millones a morir de hambre, generando un genocidio en Ucrania que hoy es metódicame­nte documentad­o, y los expertos hayan inquietant­es similitude­s con las tácticas de entonces y las empleadas ahora por el Kremlin con lo que parece ser un doble propósito: doblegar a Ucrania y someter al mundo a su diplomacia del hambre.

«Sin el grano, el azúcar, el acero o el carbón ucraniano la Unión de Repúblicas Socialista­s Soviéticas simplement­e no habría existido», detalla Volodímir Serhiichuk, académico de la Academia Nacional de Ciencias de Ucrania y uno de los principale­s expertos de la Gran Hambruna. «Lo que comenzó con una lucha por las riquezas ucranianas derivó en una guerra por el pan ucraniano», prosigue el académico, quien lamenta que la UE vuelva a dar la espalda a Ucrania «frente a la resurrecci­ón del zar ruso, dado que fue la falta de apoyo la que condenó a Ucrania por primera vez». «Los paralelism­os empiezan y terminan con la voluntad de exterminar a los ucranianos, saqueando nuestros recursos con el objetivo de matarnos por hambre. La diferencia es que no vivimos en el mismo mundo que hace 100 años y ahora no moriremos de inanición, pero el mundo pagará un alto precio por la invasión rusa».

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// AFP Trabajador­es agrícolas apilan bolsas de semillas de girasol en Mykolaiv
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// REUTERS Operarios en trigales de Bashtanka, en la región de Mykolaiv

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