ABC (Galicia)

Vaya negocio...

- IGNACIO MARCOGARDO­QUI

Ahora que nos agobia la altura alcanzada por la inflación y vemos con miedo sus ganas de permanecer un tiempo con nosotros, lo más cómodo es echarle la culpa de todo a Putin y sus manías invasoras. Entre otras cosas porque tiene una buena parte de ella y se ha ganado la antipatía de todos. Pero es una atribución parcialmen­te justa. ¿Qué pensábamos que iba a suceder tras tantos años de irrigación, sin cansancio ni medida, de dinero, por culpa de unas cuentas públicas desbocadas que nos obligaban a emitir deuda en la misma proporción? Una deuda que tenía tan poca aceptación en los mercados que obligaba al Banco Central Europeo (BCE) a comprarla sin desmayo. Y hacerlo además de manera cuidadosa, a tipos de interés absurdos, para no molestar a los gastos de unos estados super endeudados.

En España, como en la mayor parte de Europa, el sistema de fijación de precios de la energía, el otro gran culpable, estaba perjudicad­o por la evolución del gas que, a través del mercado marginalis­ta, empujaba hacia arriba a todos los demás. De ahí que al Gobierno se le ocurriera la original idea de imponer un tope al gas, con el objetivo de moderarlo. Consiguió la ayuda de Portugal, que se encontraba en situación similar y, juntos, logramos doblegar el brazo de la UE y romper el sistema común con la llamada ‘excepción ibérica’.

Aunque llegó con retraso, debido a su complicaci­ón, desde hoy empezaremo­s a ver sus efectos. ¿Se notarán? No parece. ¿Será suficiente para calmar a los precios? No es seguro.

De momento bajan hoy un 22,6% en su parte regulada, hasta los 165,59 euros/MWh, frente a los 214,05 euros/MWh de ayer. No está mal, aunque sea menos de lo anunciado por la vicepresid­enta tercera Teresa Ribera. Pero basta recordar que hace justo un año lo pagábamos a 90,9 euros/MWh para ver con precisión la profundida­d del agujero en el que nos encontramo­s. Y si luego le aplicamos el inescrutab­le mecanismo de compensaci­ón a los gasistas llegamos a un precio incluso superior al de ayer. ¡Vaya negocio! Cuando una cosa no se sabe explicar es que está mal concebida. Además, y dado que el gas lo seguimos comprando a su precio internacio­nal, eso supone que seguimos subcontrat­ando con el futuro el arreglo de nuestras cuitas presentes. Sin duda alguna, ¡un gran invento!

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// JAIME GARCÍA El ministro de Seguridad Social, José Luis Escrivá
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